La finalidad de este llamado es hacer presente y continuar en la Iglesia la obra de Jesucristo, el Buen Pastor, al servicio de su pueblo. Nos recuerda una frase del santo Cura de Ars en la que les decía sus fieles: “el sacerdote no es sacerdote para sí mismo, sino para ustedes”. Este es el marco en el que debemos contemplar la vocación y la misión del sacerdote. No estamos hablando de una profesión que elegimos, sino de la respuesta a un llamado y una misión que recibimos.
Dado que la fuente de este llamado está en Dios, la oración es nuestra primera y más importante tarea. Sabemos que Dios nunca va a dejar huérfano a su pueblo, por eso le pedimos e insistimos en la oración, pero sabemos, también, que al ser un llamado tiene que encontrar el suelo o el oído preparado para escucharlo. Hay una preparación, una disposición a la escucha, que nos corresponde a todos, diría que es una responsabilidad de toda la Iglesia, no sólo de los sacerdotes sino de las familias y comunidades cristianas que deben crear las circunstancias que permitan descubrir el significado y el valor de la vocación fuente: Monseñor Arancedo