lunes, 24 de junio de 2013

¡¡¡¡ REFLEJOS DE UN ALMA GENEROSA !!!!!!!


De él quisiéramos saber más. Esperamos que sus religiosos no tarden en ofrecernos los elementos necesarios para conocerlo y apreciarlo. Ya se están publicando algunas de sus cartas

que, aunque escritas currenti calamo, con una redacción algo desordenada, improvisada y

apurada, reflejo de su alma generosa, contienen sin embargo algunos fragmentos que puedan ayudarnos a comprenderlo.

Ante todo, nos lo muestran siempre en un estado de euforia espiritual. No razona ni expone en

forma ordenada. Se diría que no se expresa sino que se vuelca. Pero al prodigarse reserva algo para sí, lo mejor. Se presenta siempre como el padre que habla con sus hijos, sobre su casa.
Aún cuando pareciera estar diciendo algo de sí mismo, en realidad está pensando en los hijos y en la
casa. Lo recóndito del corazón de Don Orione no lo conoceremos hasta que se tengan sus notas
íntimas y personales, si es que existen. Además de las preocupaciones propias de un padre, las cartas reflejan también el ansia por el cúmulo de trabajo que realizaba.

Una vez escribió:

"Queridos míos, siempre que les escribo les hago un sermón (los sacerdotes tienen que predicar
siempre, poco o mucho, y de todas formas); ¿comienzo ya o espero hasta el final? Es mejor ahora, verdad?".
Sabía ser irónico, a veces en forma sutil: ¿cuánta literatura de los sacerdotes no son sermones?

Pero, ¿qué tiene de malo? ¿qué otra cosa podría hacer un sacerdote sino predicar? Lo mejor es

que aceptemos nuestro destino, y prediquemos. Con frecuencia, si no siempre, escribía sus

pensamientos entre un trabajo y otro, entre un viaje y otro; pero, aunque escritos a la rápida, no

eran cosas circunstanciales sino que brotaban de lo más profundo.

Tiene expresiones, y hasta páginas enteras, sobre la caridad; en labios de un hombre que ha

vivido totalmente para la caridad, adquieren un tono altísimo, una sinceridad incomparable, y lo colocan en el mismo plano que aquellos hombres que él nombra siempre como sus maestros:

Don Bosco y Cottolengo.
Extracto del libro: En nombre de la Divina Providencia

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