El sacerdocio tiene por
finalidad la salvación de las almas; y muy especialmente, debe buscar a las que
se alejan de Dios y se pierden.
Yo les debo a ellas
mis preferencias, no por ternura, claro, sino para sostenerlas paternalmente y
ayudarles a volver. Y si es necesario, habré de dejar a las otras, las que
necesitan menos de mi asistencia.
Jesús no vino para
los justos sino para los pecadores.
Por tanto,
presérvame, Dios mío, de la funesta ilusión, del engaño diabólico de creer que
como sacerdote tengo que ocuparme solamente de los que concurren a la iglesia y
a los sacramentos, de las almas fieles y las mujeres piadosas.
Mi ministerio sería
seguramente más fácil y agradable, pero yo no viviría del espíritu de caridad
apostólica hacia las ovejas perdidas que brilla en todo el evangelio.
Sólo después de
correr en pos de los pecadores hasta quedar agotado -y muerto tres veces-, sólo
entonces podré permitirme descansar con los justos.
Que nunca olvide que
el ministerio que se me ha confiado es ministerio de misericordia, y sepa tener
yo para con mis hermanos pecadores un poco de esa caridad infatigable que
tantas veces tuviste para con mi alma, oh Dios grande en misericordia. (Don
Orione, 1917)
* * *
El obispo esta noche
nos preguntará: "¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de
Dios en la celebración eucaristica y en las demás acciones liturgicas, y
cumplir fielmente el sagrado deber de enseñar, siguiendo a Cristo, Cabeza y
Pastor, movidos no por la codicia de los bienes terrenos, sino sólo por el amor
a la gente?
Y cada uno de los que
somos sacerdotes responderá "Sí, quiero".
Quiera Dios que no
sólo pronunciemos esta decisión con los labios, sino que quememos nuestra vida
en el fuego de una auténtica e infatigable caridad hacia todos nuestros
hermanos Don Orione