La comunidad orionita de Tucumán recuerda la
bendición de la piedra fundamental del Pequeño Cottolengo Don Orione, el
08 de septiembre de 1942, cuando estuvieron presentes, el obispo
Monseñor Barrere, el entonces Padre Provincial José Zanocchi, el
intendente, bienhechores y público en general.
Así daba inicio el proyecto de construcción del “Pararrayos de
esperanza” tucumano, que llevó un año y 8 meses hasta que, el 28 de mayo
de 1944, abría sus puertas para albergar a sus primeros 90 residentes.
La necesaria la acción de la divina providencia para llegar a aquel
momento traen el recuerdo de tres importantes personas que fueron
instrumentos para concretar este sueño: monseñor Agustín Barrere, obispo
de Tucumán, quien conoció, charlo e invitó a Don Orione a que asumiera
una parroquia en la provincia del norte argentino; Don José Zanocchi,
superior provincial de la Obra Don Orione, quien dedicó mucho tiempo a
cultivar el sueño de llegar a Tucumán, y en 1944 se trasladó al jardín
de la república para vivir más de un mes en el momento en que se
terminaba la construcción y se inauguraba el Cottolengo. Por último Don
Evaristo Etchecopar, tucumano, de generoso corazón que deseaba realizar
una obra de caridad en honor a su difunta esposa.
El contexto estaba preparado, cada uno dio lo mejor de sí y la
semilla de la obra Don Orione comenzó a crecer en Tucumán, cuando pocos
años después de que Don Orione aceptara gustoso el pedido del obispo de
la diócesis, el 8 de septiembre de 1942 Monseñor Agustín Barrere
bendecía la piedra fundamental del Cottolengo, que abriría sus puertas
casi dos años después, el 28 de mayo de 1944.
.
Un hermoso y gran desafío
73 años después de aquella semilla dejada por Don Orione, en el
Jardín de la República han florecido, además del Pequeño Cottolengo, el
Colegio Don Orione el 11 de marzo de 1968, y la Parroquia san José
Benito Cottolengo el 11 de agosto del mismo año.
La luz inextinguible de Don Orione continúa en pos de los más
necesitados, y en ellos se ve realizada la bienaventuranza proclamada
por Jesús: “Felices los que tienen el corazón puro porque ellos verán a
Dios” (Mt 5,8).
Pequeño Cottolengo de Tucumán
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