Don Orione durante su estadía en Argentina se hizo cargo del Santuario de la Virgen de Itatí en la Provincia de Corrientes.
El
8 de agosto de 1935 Don Orione le escribe desde Buenos Aires a su
estrecho colaborador en Italia, Don Sterpi, comunicándole la noticia:
‘‘Como
ya te lo había contado he aceptado, por pedido del Nuncio Apostólico,
uno de los cinco Santuarios Marianos más importantes de la Argentina, en
los confines de la República frente a Paraguay. Se trata de la Virgen
de Itatí venerada desde 1600. Voy a visitarlo. Se necesitan cuatro días
para llegar, tres por tierra y uno por río. Lo acepté enseguida con
mucho gusto porque es un Santuario de María Santísima’’.
El 22 de junio de 1937 Don Orione se encuentra navegando por el Río Paraná hacia Itatí.
El
24 del mismo mes a bordo del Vapor General Artigas escribe: ‘‘En viaje
al Chaco y a Itatí. Como pueden ver, tengo el gusto de escribirles
mientras viajo por el Paraná, para saludarlos -quizás por última vez en
mi vida - a esos hermanos queridos que trabajan para defender y
salvaguardar nuestra fe. Son los que están más lejos de Buenos Aires, en
el centro del Chaco y en Itatí, en el límite de la Argentina, frente al
Paraguay’’.Don Orione llegó a Itatí el 27 de junio
,"Estoy en Itatí, bajo la mirada de María Santísima, venerada, en este extremo de la Argentina, en una de las imágenes suyas más milagrosas. La trajo aquí un santo franciscano, el P. Bolaños, que vino a evangelizar a los indios; el nombre del santo Misionero está aún en gran veneración, especialmente en los alrededores de Corrientes; el está sepultado en Buenos Aires, y yo he ido a arrodillarme en su tumba, en la Iglesia de San Francisco…”
“...Llegué a Itatí después de tres horas de auto: ha sido una carrera velocísima, toda a los saltos, por las calles con fosas y montículos, tanto que para no ser destrozado con mi dolor de riñones, todo el tiempo tuve que mantener rectos, firmes y rígidos los brazos sobre el asiento, para poder salvarme, en una maniobra continua de altos y bajos: me parecía ir sobre las montañas rusas. Finalmente apareció el Santuario de Itatí, y ¡fue un gran alivio! El cansancio y el dolor en los riñones se fueron, todo desapareció…”
“… Cuando entré, la antigua iglesia estaba llena de pueblo devoto; me arrodillé en el fondo, en el rincón del publicano y sentí toda la felicidad de encontrarme en la Casa de la Virgen. A los pies de la SS. Virgen de Itatí pude celebrar dos Misas, y pasé horas felices, y raramente sentí tanta alegría como entre estos cohermanos nuestros. Rogué por ustedes y por todos…”
El resto de la carta es un verdadero tratado de mariología, donde se revela todo el amor de Don Orione por la Santísima Virgen. Una de las cartas más bellas de la etapa de madurez del Santo. desde entonces sus hijos son los custodios de la Virgencita de Itatí.
,"Estoy en Itatí, bajo la mirada de María Santísima, venerada, en este extremo de la Argentina, en una de las imágenes suyas más milagrosas. La trajo aquí un santo franciscano, el P. Bolaños, que vino a evangelizar a los indios; el nombre del santo Misionero está aún en gran veneración, especialmente en los alrededores de Corrientes; el está sepultado en Buenos Aires, y yo he ido a arrodillarme en su tumba, en la Iglesia de San Francisco…”
“...Llegué a Itatí después de tres horas de auto: ha sido una carrera velocísima, toda a los saltos, por las calles con fosas y montículos, tanto que para no ser destrozado con mi dolor de riñones, todo el tiempo tuve que mantener rectos, firmes y rígidos los brazos sobre el asiento, para poder salvarme, en una maniobra continua de altos y bajos: me parecía ir sobre las montañas rusas. Finalmente apareció el Santuario de Itatí, y ¡fue un gran alivio! El cansancio y el dolor en los riñones se fueron, todo desapareció…”
“… Cuando entré, la antigua iglesia estaba llena de pueblo devoto; me arrodillé en el fondo, en el rincón del publicano y sentí toda la felicidad de encontrarme en la Casa de la Virgen. A los pies de la SS. Virgen de Itatí pude celebrar dos Misas, y pasé horas felices, y raramente sentí tanta alegría como entre estos cohermanos nuestros. Rogué por ustedes y por todos…”
El resto de la carta es un verdadero tratado de mariología, donde se revela todo el amor de Don Orione por la Santísima Virgen. Una de las cartas más bellas de la etapa de madurez del Santo. desde entonces sus hijos son los custodios de la Virgencita de Itatí.
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