jueves, 26 de marzo de 2020

PARTE III y IV DE LA CARTA DEL SUPERIOR GENERAL DON TARCISIO VIEIRA


DON ORIONE NOS INSPIRA... A LA ORACIÓN III PARTE.
Sería fácil caer en el pietismo o el bienísmo, pero todos sabemos eso en Don Orione no existe nada que no pase por la oración. Solo se necesitan unas pocas palabras para tratar en fe esta situación: “ Ánimo, hijos míos, también tengan valor y apúrense adelante en piedad y trabajo por la gloria del Señor y su salud y la de muchos y muchas almas! Entiendo que los momentos de abandono y desánimo pueden llegar a todos (...), pero la oración, los santos sacramentos y la confianza en Dios deben elevarte y consolarte (...) .
Dado que nuestro apostolado concreto es bastante limitado, aprovechémoslo rezar y hacer rezar: el Señor nos liberará de todos los peligros y nos recomendaremos humildemente a Nuestra Señora, nuestra Madre, y toda la vida y alma fiel que pondremos a los pies de Jesús, su hijo. Jesús es el Dios de todo consuelo y el Padre de todo consuelo celestial, eso nos consolará en cada hora y desesperación de la vida. "


DON ORIONE NOS INSPIRA... A LA FANTASÍA DE LA CARIDAD  PARTE IV
A lo largo de su vida, Don Orione ha enfrentado muchas dificultades y contingencias, pero las
 superó por el impulso con la fantasía de la caridad. Bastaría pensar en el joven Orione
con la mandolina debajo de las ventanas de la prisión; cuando se disfrazó de enfermera para darle los  sacramentos al Excmo. Alessandro Fortis, ex primer ministro del gobierno italiano, eludiendo la Vigilancia masónica colocada en la habitación del paciente, porque “lamento verlo morir así "; o cuando tuvo el valor de pedirle al rey el auto para transportar a los huérfanos del terremoto ¿Qué "fantasías" contaremos después de esta emergencia? Ahora que la gente no puede venir directamente a nosotros, ahora que los niños no pueden jugar en el oratorio, ahora que no puedes celebrar en la iglesia o ir a bendecir las casas y visitar a los enfermos, resuenan más cierto que nunca las palabras del Fundador: " Presérvame, Dios mío, de la ilusión fatal, del engaño diabólico de que el sacerdote debería cuidar solo de los que vienen a la iglesia ... ".

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