Durante el Concilio Vaticano II se
desarrolló una profunda y actualizada reflexión sobre la Iglesia y su papel en
el mundo actual. Al clausurar el Concilio, el papa san Pablo VI proclamó a
María, Madre de la Iglesia, con estas palabras: “Proclamamos a María Santísima
Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los
fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que de
ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este
gratísimo título”
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