La historia orionina de la ermita comienza el 8-10 de julio de 1900,
cuando el obispo de Tortona, Mons. Igino Bandi, y Don Orion vinieron
aquí para la visita canónica y el reconocimiento de los huesos de San
Alberto. Don Orion se ofreció a popular este lugar rico en historia,
entonces pobre y en ruinas, con sus ermitas. Obispo aceptó y hubo un
primer comienzo de presencia que duró poco más de un año.
Cuando en 1920 se trasladó el párroco de San Alberto se abrió la oportunidad de volver con una comunidad de ermitaños y un párroco orionino. El 6 de junio de 1920, Don Orion llegó aquí anunció que el obispo había confiado ermita y parroquia a la Congregación. En julio siguiente, los ermitaños ya estaban en San Alberto. De ahí partió una historia de gracia y de bien que tuvo un impulso especial con la llegada del Fray Ave María, el santo ermitaño ciego.
Cuando en 1920 se trasladó el párroco de San Alberto se abrió la oportunidad de volver con una comunidad de ermitaños y un párroco orionino. El 6 de junio de 1920, Don Orion llegó aquí anunció que el obispo había confiado ermita y parroquia a la Congregación. En julio siguiente, los ermitaños ya estaban en San Alberto. De ahí partió una historia de gracia y de bien que tuvo un impulso especial con la llegada del Fray Ave María, el santo ermitaño ciego.
Hoy, 26 de julio de 2020, el párroco
orionino sigue aquí: Don Agustín Casarin. Los ermitaños siguen aquí:
entre Mauro, entre Ivan, entre Fernando, entre Alejandro, y el agregado
Fausto. fuente Don Flavio Peloso.
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