viernes, 11 de marzo de 2022

PULMON DE DON ORIONE


Estando en Allí enfermó; nuevamente el cansancio, el clima, la tensión, las decisiones le jugaron una mala pasada, obligándolo a guardar cama. El médico habló de los bronquios, de los pulmones, de ungüentos y pomadas que debían aplicársele. De lo último se encargó Don Camilo Secco, robustísimo y hasta rudo, maestro enfermero que habría podido curar... un dromedario.
Comenzó así una especie de martirio, muy bien tolerado por el paciente. Don Secco era, por otra parte, muy competente en la materia: sólo que su secreto consistía en no hacer cumplidos y en no tener miramientos. “La espalda me chirriaba... y Don Camilo, con sus manazas de San Pedro, gruesas y rústicas, me hacía los masajes todas las noches... Durante la guerra mi dulce enfermero había estado al servicio de un veterinario y aprendió a curar con mano fuerte. Así pues, yo escribía las hojas de mi discurso a las monjas de la Michel, mientras mi espalda parecía arder... Pero comprendo que el pobre Don Camilo lo hacía por devoción, y cuando se me escapaba algún suspiro, me consolaba diciendo: ‘No tema, que un diablo saca al otro; además, yo conozco el oficio de enfermero, lo aprendí durante la guerra’. Y al rescoldo de aquel fuego, me iba surgiendo la prédica para las monjas...”. Pronto su salud se restableció quizás por mérito del tratamiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario