El Domingo de Ramos conmemora lo descrito en los evangelios, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, aclamado triunfalmente por una multitud como el Mesías. Jesús iba montado en un asno y sus seguidores lo recibieron al grito de “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor”.El reparto de ramas de olivo responde a que el primer día de celebración de la Pascua conmemora la subida de Jesucristo a Jerusalén. El olivo simboliza la victoria, en este caso la resurrección de Cristo al tercer día de ser crucificado. El día de Ramos guarda en sí los dos misterios y los manifiesta.
“Ya el domingo de ramos, el pueblo con palmas y ramos
de olivo, participó en la procesión cantando «hosana!»... Celebraciones muy
conmovedoras; ¡un «exultet» que fue un excelsior!
Orione abre el primer oratorio durante una Semana
Santa. La primera Iglesia donde lleva a sus muchachos es la Iglesia del
Crucifijo de Tortona. Con un amor que sabe de ternura, pidió para él el gran
crucifijo de madera que se veneraba en esta Iglesia y lo quiso para su propia
habitación; es un crucifijo enorme, visible más que cualquier otro objeto.
«Yo
estoy crucificado con Cristo y no soy yo quien vive, sino que Cristo vive en
mí… El Hijo de Dios que me amó y se entregó por mí»
Estas palabras de San Pablo expresan perfectamente los
sentimientos y la vida de Don Orione.
La
contemplación del amor de Dios hacia nosotros, representado en la cruz de
Jesús, es la clave que nos hace comprender la vida de tantos santos. «Vivir,
palpitar, morir a los pies de la Cruz o en la Cruz con Cristo». Desde los primeros pasos de su Congregación,
Don Orione vio en la cruz el árbol del que surge esta nueva vida. «A Jesús se
lo sigue de veras, se lo ama de veras y se lo sirve de veras en la cruz». Es de
su capacidad de sorpresa, de maravilla de frente a la grandeza del amor de Dios
que nace en Don Orione la necesidad de vivir también él del amor de Dios, se
siente amado por Dios y toda su vida se convierte en reflejo de ese amor
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