Mientras Don Orione estaba en Brasil en el año
1921, recibió una carta de invitación para venir a la Argentina, pero, aunque
hacía todo lo posible, no podía responder afirmativamente por el momento: los
orionitas en Brasil tenían muchas necesidades y eran pocos para tantos
requerimientos. En estas circunstancias volvió a comunicarse con el P. Sterpi,
quien −a la cabeza de la joven congregación en Italia− le respondió con
espíritu de fe que le enviaba cuatro seminaristas. Don Orione, entonces,
comienza a contar las horas para seguir ayudando allí donde se lo pidiesen,
pero con el paso de los días su preocupación de Padre se iba acrecentando.
Sufría dolores en el corazón, pero los dolores físicos no lo frenaban. Lo que
le dolía profundamente a Don Orione era el desamparo de los más frágiles, de
los necesitados del encuentro con Jesús, y no poder hacer más. Estaba ansioso y
preocupado, cuando recibe nuevamente la invitación desde Argentina. Su deseo de
hacerse todo para todos era cada vez más grande. Pero esta vez las palabras
dirigidas por monseñor Silvani a Don Orione son las justas para que, como una locomotora
a toda máquina, se pusiera en marcha: “En noviembre en la Argentina es el mes
de la Virgen de las flores. Aquí no hay nada para los pobres, para los últimos
de la sociedad, no hay nada para los niños abandonados, para los
desamparados…”. Hablarle a Don Orione de la Virgen y de los invisibles para la
sociedad era irresistible.
Además, lo invitaba a predicar en la
peregrinación de los italianos a Luján. Entonces respondió: “Estaré presente en
la peregrinación a Luján. A los pies de la Virgen comenzará la misión de los
Hijos de la Divina Providencia en Argentina; predicaré, haré todo lo que usted
quiera…”. En tierra argentina se manifiesta la Providencia Así era Don Orione,
arriesgado, confiado en Dios, experimentaba la ternura redentora de Jesús y se
entregaba generosamente. El 8 de noviembre se embarcó en “El Deseado”. Por una
recomendación hizo escala en Montevideo para poder tomar un vapor local y
llegar más rápido a Buenos Aires, pero los trámites migratorios lo demoraron
demasiado. Así, Don Orione no pudo llegar a tiempo a Luján, pero los santos
siempre llegan a tiempo según el reloj de Dios.
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