La Providencia es más gracia de Dios que actividad nuestra ...
Como orionitas, debemos cultivar una conciencia
de servidores, de limpiadores, de zapateros, de trapos, de hijos de la Divina
Providencia, actitud espiritual que no excluye nada de los talentos, del
progreso, de los emprendimientos, más aún, los potencia al máximo.
Es la
gracia, es decir, la relación filial con Dios Padre, obrada por el Espiritu
Santo, que nos asemeja a Jesús, que “convertirá los afectos naturales en
afectos sobrenaturales y espirituales”[26] y que amalgama en Dios las personas
y las actividades de las que nos ocupamos.
Ser Hijos de la Divina Providencia comporta el meterse en las manos de
Dios como instrumentos de su Divina Providencia. “Somos trapos en las manos del
Señor, de la Divina Providencia ... somos trapos en las manos de la Iglesia,
somos únicamente a su servicio, con devoción plena y permanente ... Se los dije
tantas veces que somos trapos de Dios y de la Virgen, y la gracia y la fortuna
son todas nuestras, si Ellos se sirven
de nuestras miserias para hacer alguna cosa buena en la Santa Iglesia”[27].
Nuestra colaboración personal y también
institucional, nuestra “pequeña obra” de la Divina Providencia por medio de las
obras de caridad, no consiste en una acción humanamente “poderosa”, casi sustituyendo
aquella de Dios. Nuestra vida y los signos de la “providencia” (las obras de
caridad) sirven para “extender siempre las manos y el corazón para recoger
peligrosas debilidades y miserias y ponerlas sobre el altar, porque en Dios se
conviertan en la fuerza de Dios y su grandeza”[28]. Sólo con esta acción de
consagración a Dios, las obras de caridad evangelizan con la Divina Providencia
y “abren los ojos de la fe y mueven los corazones hacia Dios”[29].
7. ...
entonces, llenos de Dios y no llenos de sí mismos.
Don Orione, formando a los hijos de la Divina
Providencia (religiosos, hermanas y laicos) tenia un punto de partida y de
llegada inprescindibiles: la humildad. Insistía sobre este punto, juzgaba y
también descartaba. Cuando decía o escribía de uno: “está lleno de sí mismo”,
equivalía a juzgarlo no ser idóneo para entrar entre los “pobres hijos de la
Divina Providencia”.
Sin humildad no hay confianza en la Divina
Providencia. Sin humildad y confianza en la Divina Providencia no hay Hijos de
la Divina Providencia, en cambio, protagonistas autocéntricos, eufóricos
o...depresivos.
Entre los numerosos textos de Don Orione sobre
el tema, transmito un pasaje de la carta dirigida al Padre Cayetano Piccinini,
un pionero y de gran coraje: “San Cayetano, ves, porque fue humilde , fue
también confiado en la Providencia de Dios, y por esto tuvo coraje para la caridad, porque su coraje
tenía un buen fundamento, el fundamento de la humildad. Ah, vale más un grado
de humildad que cien de fervor; la humildad es la más valiosa de todas las
virtudes, porque es fundamento y base de todas las otras”[30].
Queridos cohermanos, en nuestro camino de
cuidado y formación continua, la parte más importante consiste en librarnos del “yo, cargado de sí mismo” y
de vanidades (“basura”[31] para San Pablo) para ser idóneos, capaces de ser un
yo repleto de Dios, hijos de la Divina Providencia. Por otra parte fue ésta la
simple y esencial pedagogía de Jesús y “Felices aquellos a quienes la palabra
divina: ‘quien me quiere seguir, reniéguese a sí mismo’, ha traspasado los huesos y hasta la
médula”[32].
El yo repleto de sí mismo, de las propias
cosas, de las propias ideas y actividades, resulta un obstáculo imposible
también para Jesús en su relación con los fariseos, con el joven rico, con los
invitados al banquete[33]. Por eso Don Orione, retomando la palabra del
Evangelio, exhortaba justamente: “Vigilen sobre ustedes mismos y oren[34], y no
suceda en los corazones de ustedes el hecho de
que permanezcan deprimidos por la atmósfera baja y por las
preocupaciones de la vida presente[35] y serán los hijos de la
Providencia!”[36].
Se trata, en otras palabras, como dice la Línea
4 del CG 13, de “redescubir la fuente de la revelación del amor de Dios, las
razones fundamentales de la propia vocación y del propio apostolado”. A las
Fuentes está dedicado el primer núcleo de decisiones de nuestro último Capitulo
General, “para garantizar mejor la alimentación ordinaria, personal y
comunitaria de la primera e insustituible fuente de la caridad: la vida de
Dios” (n°1) También el cuaderno de la formación permanente del 2011 fue
preparado con la intención de ayudar a ir con gusto a las fuentes de la vida de
Dios.
Queridos hermanos, Hijos de la Divina
Providencia, “nomen est omen”, en nuestro
nombre está indicada nuestra vocación, la identidad y el estilo.
Imitemos a Don Orione en el trato más íntimo de su personalidad: la confianza en la Divina Providencia.
Oh
Divina Providencia, oh Divina Providencia!
Nada es más amable y adorable que Tú, que alimentas
maternalmente el pájaro del cielo y las flores del campo: los ricos y los
pobres! Tú abres los caminos de Dios y cumples los grandes designios de Dios en
el mundo!
En Tí está toda nuestra confianza, oh Santa
Providencia del Señor, porque Tú nos amas más que nos amamos a nosotros mismos.
No, con tu ayuda divina, no quiero indagarte
más.
No, no quiero atarte más las manos.
No, no quiero deformarte más, sólo quiero
abandonarme totalmente en tus brazos, sereno y tranquilo.
Haz que te asuma como eres, con la sencillez
del niño, con aquella fe inmensa que no ve límites! ‘Fe, fe, pero de aquella’,
de aquella del Beato Cottolengo, que encontraba luz por todos lados, veia a Dios
en todos y por todos lados!
Divina Providencia! Divina Providencia!
Dame a mí, tu pobre servidor y reparador de
zapatos, y a las almas que rezan y trabajan en silencio y sacrificando la vida
junto a los pobres, aquella amplitud de corazón, de caridad que no mide el bien
con el metro, ni con cálculos humanos, la caridad que es suave y dulce, que se
hace todo a todos
Oh santa Divina Providencia!, ispiradora y madre de aquella caridad que es la bandera de Cristo y de sus discípulos; anima Tú, consuela y recompensa mucho en la tierra y en el cielo a cuántos, en el nombre de Dios, hacen de padre, de madre, de hermanos, de hermanas para los infelices[37].
[26] Scritti 26, 145.
[27] Sui passi di Don Orione, p.
48.
[28] Nel nome della Divina Provvidenza, p.82.
[29] Scritti 4, 280.
[30] Lettera del 7 agosto 1922, Scritti 115,
12.
[31] San Pablo se havia “gloriado” de valores y
también de justos títulos de satisfacción, “pero aquello que podía ser para mí
una ganancia, lo consideré una pérdida a causa de Cristo … por el cual dejé
perder todas estas cosas y las considero como basura, con tal de ganar a
Cristo” (Fil 3, 7-8 ss). Basura no son sólo las cosas malas, sino también las
cosas que no sirven y dejan poco espacio para “ganar a Cristo”..
[32] Scritti 50, 181.
[33] El Card. Jorge Bergoglio, retomando a De
Lubac, la llama ‘mundanidad espiritual’ y la considera “el peligro más grandes
para los hombres de Iglesia. La mundanidad espiritual es meter al centro a sí
mismos. Es lo que Jesús ve concretado en los fariseos”; entrevista en 30Giorni,
nov. 2007, p.21.
[34] Hace referencia a Mc 14, 38.
[35] Hace referencia a Lc 21, 34.36.
[36] Carta publicada en L’Opera della Divina
Provvidenza del 26.11.1899 y vuelta a publicar, con retoques, el 28.11.1906.
Don Gino Bressan hizo de ella un buen comentario en “Messaggi di Don Orione”,
n.3, 1970.
[37] Nel nome della Divina Provvidenza, passim,
p.71-72.