. Identidad cristiana
Don Orione ve claramente que para ser verdaderos
cristianos es esencial conocer y vivir el Evangelio. Y recuerde a sus
religiosos que los Evangelios son su primera regla:
"Primero nuestra regla, repito, es, por lo tanto,
la observancia del Santo Evangelio. Pero observar el Evangelio es, en primer
lugar, necesario conocerlo: conocerlo bien y luego, con la ayuda de Dios,
vivirlo, el Santo Evangelio, vivirlo en espíritu y forma. Sólo así seremos
verdaderos cristianos y entonces seremos verdaderos religiosos, si seguimos a
Jesús también en sus consejos evangélicos de perfección. Somos cristianos
porque imitamos la vida y vivimos la doctrina de Cristo, y seremos verdaderos
religiosos, si vivimos la vida perfecta, consagrados enteramente al Señor y a
la Iglesia, con votos sagrados, renunciando generosamente a nosotros mismos y a
las cosas del mundo, abandonados en manos de Dios y de nuestros
Superiores."
Don Orione no sólo hace recomendaciones, sino que va a
la práctica. El acta de la reunión del 3 de julio de 1934, realizada en
Montebello (Pavía) decía: "Durante la merienda, mientras estábamos
reunidos en el comedor de los clérigos, Don Orione entra con un paquete de
Evangelios y los distribuye a los sacerdotes, diciendo: "Esta es nuestra
regla..."
La lectura del Evangelio es una necesidad que
compromete a todos los bautizados a no perder la identidad de los cristianos y
de las personas consagradas. Il Card. Martini lo explicó en varias
circunstancias:
"Nuestro mundo occidental experimenta una fuerte
crisis de desolación espiritual, noche oscura del espíritu, en la que el
misterio de Dios ahora no está presente en la conciencia... invasión de esta
mentalidad prácticamente atea que se manifiesta en formas distintas, como, por
ejemplo, el consumismo, la indiferencia, la permisividad... No creo que sea
posible pasar ileso por el desierto espiritual del mundo occidental, si el
cristiano actual -mucho más que el cristiano de hace 20, 30 o 50 años- no
aprende a alimentarse de la Palabra de Dios... Precisamente por esta razón,
considero que cada uno de nosotros -ser seculares, religiosos, sacerdotes,
obispos- no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir convenientemente a la
tentación de hoy y no sucumbir a formas de paganismo práctico o actividades que
sólo sirven para expresarse o destacar -sin ser excitado y guiado por el
Espíritu- si no sabe, si no medita, si no disfruta de la Escritura
internamente."
g. Jesucristo: la clave principal
Don Orione recuerda cuál es la clave principal para
leer la Biblia: Jesucristo. "Por eso nos dice la Imitación de Cristo,
desde el primer capítulo: "Es nuestro estudio supremo meditar en la vida
de Jesús." Y no dice meditar sobre la vida, sino en la vida de Jesús, es
decir, entrar en las profundidades y vivir de Jesús, de la vida de Jesús."
La espiritualidad de San Luis Orione se centra en
Jesucristo. Don Orión ama a Jesucristo. Es en Jesús donde podemos amar a Dios y
al prójimo. En Cristo toda la creación se hace una, y se une con Dios. Esta es
la importancia de Jesús para don Orione. "El centro unificador es Cristo
Jesús. Jesús es verdaderamente el centro del mundo, de toda vida y especialmente
de la espiritualidad de Orión" La obra de la Divina Providencia se
identifica con el misterio de Cristo. Jesús es el corazón de toda
espiritualidad orionina. Porque don Orióne amar a Jesús es vivir en Jesús,
vivir para Jesús. No es sólo imitarlo, se está convirtiendo en él. Jesucristo es el centro, la plenitud y la meta de toda
Revelación. Por eso el Concilio, citando a San Jerónimo, llegará a decir que
ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.
Para el creyente, Jesús es el centro y el último
criterio de interpretación de toda la Biblia. Incluso el Antiguo Testamento,
los patriarcas, los profetas y toda la historia de la salvación se orientan y
adquieren plenitud total en la venida de Cristo.
El Jesús que conquistó el corazón de Don Orione es el
Buen Samaritano: "¡Sus milagros o su resurrección no me ganaron a mí, sino
su Caridad, esa Caridad que ganó el mundo!"
Esta clave cristológica es fundamental para la lectura
de la Escritura.