Justicia ejercida con prudencia, templanza y fortaleza.
El
Evangelio nos enseña y nos muestra que la justicia propuesta por Jesús
no es un simple conjunto de reglas aplicadas técnicamente, sino una
disposición del corazón que guía a los que tienen responsabilidad.
La
gran exhortación del Evangelio es la de instaurar la justicia ante todo
en nosotros, luchando con fuerza para marginar la cizaña que nos
habita. La vigilancia sobre nosotros mismos, con la consiguiente lucha interior, nos ayuda a no dejar que el mal se apodere del bien.
Cada
uno está involucrado no sólo en un compromiso externo que concierne a
los demás, sino también en un trabajo personal dentro de cada uno de
nosotros: nuestra conversión personal. ¡Esta es la única justicia que genera justicia! Justicia
_por
sí sola no basta, también necesita ir acompañada de las otras virtudes
cardinales, las que hacen de goznes: la prudencia, la fortaleza y la
templanza. La prudencia
, en efecto, nos da la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso y nos permite atribuir a cada uno lo suyo. La templanza como elemento de moderación y equilibrio en la valoración de hechos y situaciones nos hace libres para decidir en base a nuestra conciencia. La fortaleza nos permite superar las dificultades que encontramos, resistiendo las presiones y las pasiones. Papa Francisco, 15 de febrero de 2020
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