LA CANCHITA DE LOS CURAS: POROTO LANDALUCE

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Escuela
Boneo, (nombre oficial Escuela Monseñor Juan A. Boneo), ¿qué vecino del
barrio, chico o grande, no fue a ese querido colegio?
Es difícil encontrar alguno, mis recuerdos me llevan al interior del mismo, esa larga galería desde la entrada, con la dirección a un lado, hasta la ancha escalera en el fondo para subir al primer piso, la otra escalera para acceder a ese piso estaba a la par de la puerta de entrada del otro lado de la dirección, el gran patio para el recreo y los deportes, atrás, del otro lado de los salones cuyas entradas daban a la galería, una pequeña canchita de fútbol que también se usaba para jugar al básquet, sobre el fondo atrás de esta canchita había un galponcito para guardar bártulos, cuya pared final daba a Nelson.
Es difícil encontrar alguno, mis recuerdos me llevan al interior del mismo, esa larga galería desde la entrada, con la dirección a un lado, hasta la ancha escalera en el fondo para subir al primer piso, la otra escalera para acceder a ese piso estaba a la par de la puerta de entrada del otro lado de la dirección, el gran patio para el recreo y los deportes, atrás, del otro lado de los salones cuyas entradas daban a la galería, una pequeña canchita de fútbol que también se usaba para jugar al básquet, sobre el fondo atrás de esta canchita había un galponcito para guardar bártulos, cuya pared final daba a Nelson.
Salones
amplios con ventanas y puerta al patio grande, ventanas hacia atrás
que daban a esa pequeña cancha, en uno de esos salones pase mis dos ó
tres primeros años de alumno, tuve a la inefable señorita Elba, maestra
de mis primeros años, ir a la escuela para mi era muy importante,
porque aprendía y con 5 ó 6 años ya era grande, iba solo a la escuela,
nadie me
llevaba.
En ese tiempo a través de la “Fundación Evita” nos entregaban guardapolvo, cuadernos, útiles; viene a mi memoria la regla de madera de perfil cuadrado de 20 cm
que en sus cuatro cantos tenia una varilla de cobre incrustada en la
madera para que aguantara más los golpes, la caja de lápices de madera,
simple o doble, con su tapa corrediza, los cuadernos con la carátula en
la primer hoja para el nombre, dirección, grado y otros datos, luego el
mapa de la Argentina y después la foto de Evita.
Quien en ese barrio no recuerda al querido maestro Bernal, le dio clase a varias generaciones de vecinos que pasaron por la escuela primaria, Monseñor Boneo.
Volviendo
en el relato a la canchita de los curas, puedo contarles que allí
durante mucho tiempo se jugaban partidos desafíos, torneos, de grandes,
de chicos, los alumnos de la escuela también la usaban para su
recreación, otro que jugo allí era el cura Miguel Tiburzio, se ataba la sotana a la cintura y se metía en los picados.
Casi
siempre esos encuentros eran los sábado y los domingo, cuando se
armaban esos partidos principalmente los domingos, los vecinos del
barrio que vivían cerca se iban arrimando a la cancha , llevando sus
banquitos, sillita baja, para mirar cómodamente sentados el evento,
poniéndose en el único lado de la cancha que se podía seguir el partido,
en la vereda de enfrente de la cancha, sobre la calle Santa Maria de
Oro; sobre Gorriti no se podía sentar porque cada rato pasaban los auto o
los tranvías, el N° 2 , el N° 4 ,creo que el N° 5 también y se perdían
la jugada.
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Recorriendo
otro costado de la cancha, el que daba a la calle Nelson, donde daba
uno de los arco, era el más peligroso para la pelota de fútbol , porque
allí estaba la Centenera,
fabrica de envases de hojalata, justo atrás del arco había un portón de
color gris; actualmente sigue allí ; que en la parte alta del mismo
tenia unos hierros gruesos, para no saltarse adentro, tenían forma curva
hacia fuera y terminaban en punta muy finita donde terminaba clavada la
pelota de cuero en gajos y cocida con hilo fuerte o tiento muy finito,
con cámara; si lograba pasar el portón, caía adentro, donde había dos
perros grandes que terminaban rompiendo la pelota, cosa que nunca se
pudo solucionar, pero si se soluciono el tema de los hierro en punta
poniendo en cada una de las puntas ; un montón ; antes del partido, unos
tacos de goma que hacían de protección , la pelota rebotaba en ellos y
no se clavaba.
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La
canchita en si era de tierra, con pequeñas piedritas que te lastimaban
al caer al piso, tenia arcos fijos al piso, hasta que un año; no
recuerdo cual; llego a la escuela el padre Manuel , una de sus medidas
fue; cortar los arcos, desde ese momento pasaron a ser desmontables, se
guardaban en el almacén de la esquina, se armaban en el momento del
partido.
Cada
vez que había partido siempre se recordaba que podía ser el último
porque ya comenzarían la obra de la nueva capilla y le diríamos adiós la
“canchita de los curas”.
Los equipos que jugaban eran entre otros, Alba Roja, Paralelo 38, Las Malvinas, Defensores de Vélez Sarfield y el más famoso de todos “Los 7 Grandes”;
7 era por su formación, un arquero más seis jugadores, así eran todos
los equipos; “Grande” no se si porque jugaban muy bien al fútbol y eran
invencibles, o porque estaba formado por toda gente grande de edad, su
capitán el vecino Tito Suárez, que también supo vestir la camiseta de Alba Roja.
Recuerdo jugadores como el arquero de Alba Roja, Manuel Codes
que después fue arquero de Argentino de Rosario “El Salaito”, parte de
los jugadores de Alba Roja eran a su vez directivos del mismo club, como
“Forico”, “Pocho” y Salvador Montivero, “Forico” tambien fue jugador del “Salaito” y de otros equipos , “Pepo” Candolfi, Hugo Gonzalez, el “Tano “ Murgia, el “Turco” Fernandez, “Lito” Barranquero, la camiseta de este club era blanca y roja, a cuadros, otra a raya, después en triangulo, por ultimo en “V”.
Por esta canchita también pasaron jugadores famosos, los hermanos Bairo (River Plate), Omar “Pato” Pastoriza (jugador y técnico de Independiente) Panasi, Villarino (Rosario Central). Había un arquero que llamaba la atención, era el arquero de “Los 7 Grandes” el “Lungo” Bartoluzzi,
media 1,93 de alto , su espalda era bien grande, un “ropero” en el
arco, su agilidad era impresionante, era difícil hacerle un gol, de
profesión arquitecto. Si mal no recuerdo; también sabia jugar para “Las
Malvinas”; que era el equipo de los Pastoriza, allí jugo un muy buen
defensor apodado el “Pipa”.
Se organizaban torneos, los premios eran trofeos, medallas, cada partido era dirigido por un referí, entre ellos estaba Pozzi, otro el “pelado” Zambruno
; mi tío; referí de la liga rosarina, con referí o no, casi siempre
había tumultos que terminaban repartiendo “piñas” incluido el referí.
Terminaban
los partidos, los jugadores se juntaban, eran todos amigos, pasaban por
el almacén de enfrente a tomar algo para calmar la sed y los ánimos,
bebían, agua, cerveza, algunos se bajan de un solo saque un sifón, soda
que seguro era de la fábrica de la otra cuadra de la cancha.
de
don Enrique Franco, que la repartía por el barrio con su carro tirado
por caballo, al cual nos subíamos cuando quedaba sobre la calle, con las
varas hacia abajo sin caballo, luego el progreso hizo que
desaparecieran los caballos, amaneciendo un día un viejo camión que en
vez de riendas tenia volante.

Así
fue como desapareció “la canchita de los curas”, los domingo por la
mañana ya no se juntan los vecinos, doña Crédula perdió clientela, el
progreso dejo en el camino esos hermosos recuerdos del barrio, pero a su
vez generó nuevas historias.
Las
obras se terminaron, llego el día, el barrio tenia su nueva capilla,
fue un 3 de mayo de 1964, se inauguró con un gran acto, a la cabeza el
cura Luis , se colocaron bombas de estruendo atadas en una soga entre
dos columnas de alumbrado del frente de la capilla, el ruido y los
fogonazos fueron increíbles.
Así desapareció la Canchita de los Curas en su forma física, pero no en el recuerdo de todos los vecinos.
Porque
ahora cuando pasamos por el frente de esta hermosa capilla todos
decimos ¿Te acordas?... pensar que aquí cuando éramos chicos, acá había
una canchita a la cual veníamos a jugar.
Edgardo "Poroto" Landaluce 25/02/
blog: Museo itinerante del Barrio de la Refinería.