Estamos
en Pascua Texto tomado de una carta que Don Orione escribió desde la
Argentina con ocasión de la Pascua de 1935, en la que el afecto se
mezcla tiernamente con los saludos pascuales.
¡Hermanos,
estamos en Pascua! Nuestro Cordero, "el Cordero de Dios, que quita los
pecados del mundo", ya ha sido inmolado: se ha hecho nuestro Sacrificio,
nuestra Redención, nuestro Banquete. Y ha resucitado, para ser nuestra
levadura divina, nuestra resurrección y nuestra vida. ¡Cristo ha
resucitado, y está con nosotros! Esperanza nuestra llena de
inmortalidad: Cristo ha resucitado y nos precede, Rey victorioso, Rey
invencible: ¡Aleluya!
¡Estamos
en Pascua! Hermanos míos, ¿Cómo no pasar de la tibieza al fervor de
espíritu? ¿Por qué, si alguien se sintiera lejos de las fuentes divinas
de la gracia, no va a querer resucitar de la muerte del pecado a la vida
en Cristo y no va a darle a su propia alma la paz, la serenidad plena,
la fe viva y enérgica del bien?
¡Cristo
ha resucitado! ¿Y qué nos queda por hacer a nosotros, hermanos, en este
tiempo de los ácimos pascuales? Que con las resoluciones más santas,
con las intenciones más puras, con el corazón más humilde, vayamos a
Jesús de madrugada al despuntar el sol, es decir después de habernos
librado de la negra capa de nuestros vicios y pecados, con una buena
confesión. Y vayamos a su tumba con bálsamos y aromas, con el incienso
de nuestras acciones y de nuestras virtudes.
Y no
nos espante la pesada piedra, que es la ley escrita sobre tablas de
piedra: ya ha sido removida, y se ha hecho liviana. La resurrección de
Jesús ha facilitado todas las leyes, ilumina todos los misterios:
reconforta nuestra vida con la esperanza del cielo.
Que la
alegría y la felicidad de la resurrección consuelen en la fe a las
inteligencias, hagan suave al corazón la palabra del Señor, y nos
permitan pregustar aquí y ahora el gozo de nuestra propia resurrección a
la vida eterna y a la gloria de Jesucristo! ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!
¡Estamos
en Pascua! Alabemos y celebremos con gozo inefable esta gran solemnidad
cristiana, con los ácimos santos de la pureza, de la verdad y de la
caridad. Redimidos y santificados por la virtud de Cristo, hagamos el
propósito de mantenernos siempre ácimos de fe, de honestidad, de pureza,
para que el Señor nos llene de toda su santa alegría, y nuestra vida
sea fervor de santidad, y el corazón viva en Cristo, brille e incendie a
todos con la caridad de Cristo.