sábado, 9 de diciembre de 2023

CON MARÍA AL PIE DE LA CRUZ

 

             


 

 

1) De la homilía del Santo Padre Francisco (Santa Marta;

15/09/2017)

 

María bajo la cruz de Jesús es un icono para «contemplar»: no son necesarias muchas palabras para reconocer lo esencial del testimonio de «una mujer» que es «madre de todos nosotros»

«contemplar a la madre de Jesús, contemplar este signo de contradicción, porque Jesús es el vencedor pero en la cruz».

«es una contradicción, no se entiende: es necesaria la fe para entender» o «al menos para acercarse a este misterio». Y la madre de Dios «sabía» «porque toda la vida vivió con el alma atravesada, lo dijo Simeón». Y «seguía a Jesús y escuchaba las palabras que la gente decía: “¡qué grande!” — “¡Pero éste no es de Dios!”— “¡Éste no, no es un verdadero creyente!”». María «escuchaba todo: todas las palabras a favor y en contra» de Jesús.

Por otro lado, María siempre está detrás de su Hijo: por ésto decimos que es la primera discípula». Y «siempre con la inquietud que hacía nacer en su corazón este signo de contradicción». Siempre, insistió el Pontífice, hasta «el final está allí, de pie, mirando al Hijo». Y «quizá, ella escuchó los comentarios: “Mira, esa es la madre de uno de los tres delincuentes”». Pero se quedó «callada: es la madre, no renegó del Hijo, dio la cara por el Hijo».

«Éstas, son pequeñas palabras para ayudar a contemplar, en silencio, este misterio: en ese momento, ella nos dio a luz a todos nosotros, dio a luz a la Iglesia».  Jesús llama a su madre «mujer» y le dice «ahí tienes a tus hijos». Sí, Jesús «no dice “madre”, dice “mujer”». Y María es una «mujer fuerte, valiente: una mujer que estaba allí para decir “éste es mi Hijo: no lo reniego”».

«solamente, en silencio, a contemplar, a mirar: que sea el Espíritu Santo el que nos diga a cada uno de nosotros lo que necesitamos».

 

2)     De los escritos de Don Orione [1]

 

En la mañana de la inauguración del Santuario de la Guardia, en agosto de 1931, Don Orione hablaba así a sus seminaristas.

¡Qué grandes cosas hemos visto! Quién  habría dicho que la Divina Providencia habría concedido a la Pequeña Congregación estas consolaciones?...

Mi mente va detrás de tantos años y, en lugar de sus caras, me parece ver aquellas de los primeros alumnos, que llegaban aquí para rezar, para escuchar la misa y honrar a la Virgen… ¡Cuántas cosas han pasado! Quizás el Señor y la Virgen han visto el fervor de aquellos primeros jóvenes, de aquellos años ardientes de entusiasmo, cuando no se sabía qué cosa quería decir el cansancio y ellos trabajaban, se trabajaba para enseñarles el amor a Dios y el amor a la Virgen… Quizás, ¿quién puede decir, que lo que sucede ahora, esto que nos concede la Virgen ahora, es la recompensa, la devolución casi, pero mucho mayor en gran medida, de aquello que entonces se hacía para honrar a la Virgen Santísima, y aquello mucho más, que hubiéramos querido hacer, si nos hubiese sido posible?...

 

 

3)     Oración de los Fieles:

 

María, madre nuestra, queremos aprender a ser sensibles, a llorar con los que lloran

Ruega por nosotros, María

María, concédenos la fuerza de luchar contra toda injusticia para liberar a nuestros hermanos del mal, aceptando con estos el sufrir generosamente

Ruega por nosotros, María

Frente al misterio del sufrimiento inevitable, imposible, haz que lo aceptemos con amor con Cristo y contigo Ruega por nosotros, María!


[1] DOLM Vol. II, pág. 733

DIA DE LOS DERECHOS HUMANOS

 

El Día de los Derechos Humanos se celebra cada 10 de diciembre, coincidiendo con la fecha en que la Asamblea General adoptó la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948. este documento histórico, que proclamó los derechos inalienables inherentes a todos los seres humanos, sin importar su raza, color, religión, sexo, idioma, opiniones políticas o de otra índole, origen nacional o social, propiedades, lugar de nacimiento ni ninguna otra condición.

La Declaración, cuyo borrador redactaron representantes de distintos contextos jurídicos y culturales de todo el mundo, expone valores universales y un ideal común para todos los pueblos y naciones. Además, establece que todas las personas tienen la misma dignidad y el mismo valor.
Gracias a este documento —que con sus versiones en 500 idiomas se ha convertido en el más traducido del mundo— y el compromiso de los Estados con sus principios, la dignidad de millones de personas se ha visto fortalecida, y se han sentado las bases de un mundo más justo. Aunque aún quede camino por recorrer para que las promesas que encierra se cumplan plenamente, el hecho de que haya perdurado en el tiempo es prueba inequívoca de la universalidad imperecedera de sus valores eternos sobre la equidad, la justicia y la dignidad humana.
La Declaración nos fortalece a todos y los principios que recoge son tan relevantes en la actualidad como lo fueron en 1948. Debemos luchar por nuestros propios derechos y por los del prójimo. Podemos pasar a la acción en nuestras vidas diarias para defender aquellos derechos que nos protegen y así fomentar la unión de todos los seres humanos.