sábado, 3 de febrero de 2024

EN EL CENTRO Y EN PRIMERA LINEA

Hay dos buenas "añoranzas" o "deseos" que cada buen orionino, "changador del Divina Providencia" y "cura de la estola y trabajo", debería experimentar periódicamente para mantenerse en su justo equilibrio vocacional: aquel de "hacerse  ermitaño", (para dedicarse a "Dios solo" y a aquel de "partir por las  misiones", (para sólo dedicarse exclusivamente a las "Almas").

En la Congregación, los "ermitaños del Divina Providencia" y los "misioneros ad gentes" encarnan en forma radical contemplación y misión, las dos partes esenciales de toda vocación consagrada "para seguir a Cristo más de cerca” (Perfectae Caritatis, 1).

Esta consideración me surge espontánea en el momento en que estoy a punto de escribir esta carta circular "Hasta los extremos confines de la tierra" que tratará de la misión y de las misiones, de misioneros y de proyecto misionero de la Congregación. Los misioneros contribuyen a fortificar el dinamismo espiritual y apostólico de la "misionariedàd" que “es innata al corazón mismo de cada forma de vida consagrada" (Vida consecrata, 25) y que da sentido, crecimiento y movimiento a toda la Congregación.

¿Cómo se coloca esta carta circular en el contexto de los esfuerzos para "reavivar el don de Dios que está en nosotros" (2Tm 1,6), “hijos de un santo"?

Como religiosos, estamos y tenemos que permanecer "en el centro y en primera línea" de la vida de la Iglesia. Guiados por las preguntas "cuál amor al Papa" y con "cuáles obras de caridad" hemos ido a las surgientes de nuestro carisma orionino para encontrar energía, luz y creatividad en responder hoy a las situaciones sociales y eclesiales nuevas, diferentes, cambiantes. En esta carta, queremos reflexionar sobre la misionariedad que se nutre del "Charitas Christi urget nos" y de la pasión por las "Almas que  anhelan a Cristo".

 Sin misionariedad, la vida espiritual, la vida comunitaria, el amor al carisma y la congregación y hasta las mismas "obras de caridad" se replegarían sobre ellas mismas. La misionariedad es la sal, es la levadura de la vida de un consagrado. Es el objetivo, el destino, el término ad quem. Si no se progresa en la misionariedad se retrocede en la vida religiosa. “Non progredi regredi est".

Fuente: Don Flavio Peloso