domingo, 3 de marzo de 2024

DON ORIONE NOS INSPIRA.... A LA ORACIÓN





Sería fácil caer en el pietismo o en una actitud buenista, pero todos sabemos que en Don Orione nada existe que no pase a través de la oración. Bastan pocas palabras para afrontar con fe esta situación: “Coraje, oh hijos míos, llénense de coraje también Uds., y láncense adelante en la piedad y en el trabajo para la gloria del Señor y la salud de Uds. y de tantas y tantas almas! Comprendo que puedan venir momentos de abandono y de desaliento a todos (…), pero la oración, los Santos Sacramentos y la confianza en Dios los deben reanimar y confortar (…).
Dado que estamos muy limitados en nuestro apostolado concreto, aprovechemos para rezar y para hacer rezar: de todo peligro nos librará el Señor “si nos encomendamos humildemente a la Virgen, Madre nuestra, y si ponemos a los pies de Jesús toda la vida y el alma fiel, oh hijo mío. Jesús es el Dios de todo consuelo y el Padre de toda celestial consolación, que nos consolará en cada hora y abatimiento de la vida”. Don Orione nos inspira… a la fantasía de la caridad Don Orione, a lo largo de su vida, enfrentó muchas dificultades e imprevistos, pero los superó siempre con el ímpetu de la fantasía de la caridad. Bastaría pensar en el joven Orione con la mandolina bajo las ventanas de la cárcel; cuando se disfrazó de enfermero para dar los sacramentos al Excmo. Alejandro Fortis, ex Primer ministro del gobierno italiano, eludiendo a vigilancia masónica puesta en la habitación del enfermo, porque “me daba pena verlo morir así”, o cuando tuvo el coraje de pedir el auto al rey para transportar a los huérfanos del terremoto. ¿Qué “fantasías” contaremos después de esta emergencia? Ahora que la gente no puede venir directamente a nosotros, ahora que los chicos no pueden jugar en el oratorio, ahora que no se puede celebrar en la iglesia o ir a bendecir las casas y visitar los enfermos, resuenan más certeras que nunca las palabras del Fundador: “Presérvame, oh Dios mío, de la funesta ilusión, del diabólico engaño que yo sacerdote deba ocuparme sólo de quien viene a la iglesia…”.