Sería
fácil caer en el pietismo o en una actitud buenista, pero todos sabemos que en Don
Orione nada existe que no pase a través de la oración. Bastan pocas palabras
para afrontar con fe esta situación: “Coraje, oh hijos míos, llénense de coraje
también Uds., y láncense adelante en la piedad y en el trabajo para la gloria
del Señor y la salud de Uds. y de tantas y tantas almas! Comprendo que puedan
venir momentos de abandono y de desaliento a todos (…), pero la oración, los
Santos Sacramentos y la confianza en Dios los deben reanimar y confortar (…).
Dado
que estamos muy limitados en nuestro apostolado concreto, aprovechemos para rezar
y para hacer rezar: de todo peligro nos librará el Señor “si nos encomendamos humildemente
a la Virgen, Madre nuestra, y si ponemos a los pies de Jesús toda la vida y el alma
fiel, oh hijo mío. Jesús es el Dios de todo consuelo y el Padre de toda
celestial consolación, que nos consolará en cada hora y abatimiento de la
vida”. Don Orione nos inspira… a la fantasía de la caridad Don Orione, a lo
largo de su vida, enfrentó muchas dificultades e imprevistos, pero los superó
siempre con el ímpetu de la fantasía de la caridad. Bastaría pensar en el joven
Orione con la mandolina bajo las ventanas de la cárcel; cuando se disfrazó de
enfermero para dar los sacramentos al Excmo. Alejandro Fortis, ex Primer
ministro del gobierno italiano, eludiendo a vigilancia masónica puesta en la
habitación del enfermo, porque “me daba pena verlo morir así”, o cuando tuvo el
coraje de pedir el auto al rey para transportar a los huérfanos del terremoto.
¿Qué “fantasías” contaremos después de esta emergencia? Ahora que la gente no puede
venir directamente a nosotros, ahora que los chicos no pueden jugar en el
oratorio, ahora que no se puede celebrar en la iglesia o ir a bendecir las
casas y visitar los enfermos, resuenan más certeras que nunca las palabras del
Fundador: “Presérvame, oh Dios mío, de la funesta ilusión, del diabólico engaño
que yo sacerdote deba ocuparme sólo de quien viene a la iglesia…”.