El Papa Francisco nos dice: “ Invito a cada
cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora
mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de
dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso.” (EG 3).
Se nos pidió una seria conversión al discipulado como
condición esencial e indispensable para desarrollar nuestra misión (“pastores
que se dejan pastorear”), conscientes de estar “en la confluencia del don”:
todo lo que Dios nos donó con la fe, la vocación, el carisma, estamos llamados
a donarlo a los demás.
Justamente a nosotros Orionitas,el Papa Francisco nos había
recomendado ser “discípulos misioneros” y “pastores que se dejan pastorear. No
pastores que son autónomos o que pueden ser asimilados a jefes de ONG. La
imagen de Jesús buen Pastor los meta en este tono de vida espiritual, de ser
conductores conducidos, donde en última instancia, es el buen Pastor que da la
impronta. Es el buen Pastor que en un cierto modo determina el camino que deberemos
seguir” (Al Capítulo).
Nuestro primer deber y servicio es la santidad, el ser de
Dios. Consiste en el identificarnos con Jesús, que pudo al centro la voluntad
del Padre y las personas, tomando el “olor de las ovejas” , usando misericordia
y ternura, contemplando todos y todo con la mirada benévola y respetuosa.
Don Orione nos quería no sólo “centrados” sino “fijados” en
lo esencial: “Ya otras veces les dije que para amar verdaderamente al Señor, la
Virgen, las cosas santas, la Iglesia, es necesario hacerse casi una fijación…
Nosotros debemos estar fijos únicamente en aquello que se refiere al amor y la
gloria de Dios y de la Virgen Santísima y de la salvación de las almas… ¿Cuál
era el estado de la Virgen hacia Jesús? Ustedes lo saben: ¡no vivía para otra
cosa más que por Él! No hablaba más que de Él y para Él, sufría y rezaba gustosamente
por Él; diría, pensaba aquello que pensaba Jesús – si le fuese estado posible –
tanto su amor deseaba estar cercano en sentimientos, pensamientos y afecto a
aquello de Jesús… vivir al unísono, en todo, con Jesús”.
Extracto de la carta circular de Don Flavio Peloso