miércoles, 18 de diciembre de 2024

EL GRAN SECRETO DE LA SANTIDAD

 


 

La caridad no hace nada de indecoroso: ni nunca se agita ni tiene en cuenta los errores que le hacen; vence al mal con el bien. No goza de la injusticia, mas es feliz cada vez que puede alegrarse de la verdad. Disculpa toda cosa, espera toda cosa, soporta todo. Reza, sufre, calla y adora: ¡nunca decae! La caridad no tiene nada de arbitrario, nada de duro; encuentra su felicidad al esparcir e irradiar a su alrededor la bondad, la dulzura, la gentileza, una cosa desea: inmolarse a sí misma para hacer la felicidad y la salvación de los demás, para gloria de Dios.

Toda ciencia humana es insulsa, si la caridad no le da el sabor con el amor de Dios y del prójimo, sin ella, scientia inflat. Primero la caridad y luego la ciencia, oh Hijos míos, ya que esta “destruétur”, más aquella “non iscade mai”, y está enteramente. Es la caridad, amados míos, y sólo la caridad la que salvará al mundo. ¡Beatos aquellos que tendrán la gracia de ser víctimas de la caridad! Hermanos e hijos míos, amemos a Dios hasta hacer de nosotros una hostia, un holocausto de caridad, y amémonos tanto en el Señor: nada le agrada más al Señor, que ha dicho: “Los he amado...: amaos” (Jn. XV, 9 - 10). El gran secreto de la santidad es amar mucho al Señor y a los hermanos en el Señor. Los Santos son el cáliz de amor de Dios y de los hermanos. Amar a Jesús, amarnos en Jesús: ¡trabajar para hacer amar a Jesús y a Su Santo Vicario, el Papa; ¡rezar, trabajar, padecer, callar, amar, vivir y morir de amor a Jesús, al Papa, a las almas!