sábado, 11 de enero de 2025

VIDA ACTIVA Y CONTEMPLATIVA

 


la oración es el proyecto de Dios; el objetivo de la acción externa es el "Instaurare omnia in Christo" (Ef. 1, 10). Oración y acción llevan juntas a una adhesión siempre más plena al Reino de Dios. Ésta es la convergencia de oración y actividad apostólica.
Con la oración, el cristiano se habitúa a mirar el mundo con la mirada del Padre; aprende y hace suya, siempre más, la voluntad de salvación del Padre; se vuelve para Él "familiar" ("Quien hace la voluntad de mi Padre es para mí hermano, hermana y madre" Mt. 12,50). En el fondo, ¿qué pide toda oración cristiana? "Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". (75) Con la acción, el cristiano se habitúa a vivir como hijo, como siervo, como colaborador de Dios prolongando su acción providente de creación y de redención, la única que tiene reflejos en la eternidad.

 "En la obediencia está la gran sabiduría: la sabiduría que abraza el todo. No es el hacer mucho exteriormente lo que cuenta delante de Dios, sino el tener un corazón humilde, recto, obediente. Y la simple obediencia es virtud tan querida a los ojos de Dios, que ella sola basta para santificarnos. El camino de la obediencia fue el camino de Jesucristo, de María Santísima, de San José y de los Santos: es el camino de la santa inmolación con Cristo, de la paz y de la felicidad". (76) 

Don Orione a menudo señaló a la Familia de Nazaret como modelo de vida cotidiana activa y contemplativa, simple, sacrificada, conducida por la obediencia a la voluntad de Dios. Hablando de las "lecciones" de Nazaret y de la santa Familia, Don Orione observaba:
"En esta familia se trabajaba mucho; también en nuestra familia religiosa debe estar el trabajo contínuo; no sólo rezar, sino también trabajar. La de ustedes es vida contemplativa y de trabajo al mismo tiempo. Cuando estén delante del Santísimo Sacramento, recen, estén todas en Dios, no piensen en nada, piérdanse, por así decirlo en Dios. En cambio, cuando obren, cumplan bien su deber como y porque lo quiere el Señor". (77)
El Sí obediente unifica acción y contemplación en aquel que ama a Dios y sirve al prójimo. Camino a la santidad es conocer y responder Sí a la voluntad de Dios. Leamos al respecto otra bella página de Don Orione

 "Si te gusta ser un straccio de Dios, un straccio bajo los pies de Dios, bajo los pies inmaculados de la Virgen Santísima; si te gusta ser un straccio bajo los pies benditos de la Santa Madre Iglesia y en las manos de tus Superiores: éste es tu lugar. Nosotros somos y queremos ser nada más que pobres stracci: se trata, en una palabra y usando una metáfora, DEL SACRIFICIO TOTAL DE TÍ MISMO exteriormente y en la vida interior, sacrificio del intelecto, del raciocinio, de tí mismo. Ve delante de la Virgen, colócate como un straccio, más aún, como un hijo, pero pequeño, en Sus manos, y después decide como si fuese en punto de muerte y habrás decidido bien". (79)
La abnegación de sí, la docilidad, la disponibilidad en el servir son expresiones de la humildad, condición indispensable para hacer experiencia de Dios: solo el pobre sirve, más aún, ¡solo del pobre se sirve Dios!
"Nosotros somos stracci en las manos del Señor, de la Divina Providencia... somos stracci en las manos de la Iglesia, a cuyo servicio nosotros únicamente estamos, con devoción plena y perpetua... Y la gracia y felicidad es toda nuestra, si Ellos se sirven de nuestras miserias para hacer algo de bien en la Santa Iglesia". (80) Hay una expresión típica que caracteriza la experiencia espiritual orionina en un racimo de virtudes esenciales, entre las cuales brilla la obediencia: "como stracci". Don Orione la vivió y la propuso con insistencia como regla práctica de vida. Por ejemplo, a un joven que quería seguirlo en la Pequeña Obra de la Divina Providencia, escribía así.