LA VOZ DE DON ORIONE: LA RIQUEZA DEL CARISMA RECIBIDO
“La
caridad está abierta a todo bien, venga de donde viniere; ella es
sabia, pero quiere en su humildad aprender de todos; confía siempre en
el Señor y en la bondad -poca o mucha- que sabe descubrir en el corazón
de los más alejados de la caridad. Su pasión no quema ni quiebra; es
discreta y ‘secundum scientiam’ (conforme a la sabiduría), porque conoce
las limitaciones y debilidades humanas y las sabe comprender: sabe, en
efecto, qué difícil es hallar seres humanos sin imperfecciones. La
caridad no hace nada inconveniente, tampoco se inquieta, ni tiene en
cuenta las injurias que se le hacen; vence al mal con el bien. No se
complace en la injusticia, sino que se siente feliz cada vez que puede
alegrarse con la verdad. Lo perdona todo, lo espera todo, lo soporta
todo. Ora, sufre, calla, adora, ¡jamás desfallece! La caridad no conoce
arbitrariedad ni dureza, encuentra su felicidad en propagar a su
alrededor e irradiar bondad, mansedumbre, delicadeza. Sólo desea una
cosa: inmolarse enteramente para lograr la felicidad y la salvación de
los demás, para gloria de Dios” (Cartas II, 144-149).