"Más
fe, más fe es ella", dijo Don Orione. "La fe debe llenar todas las
arterias humanas, todos los caminos del mundo. Sin fe tendremos heladas,
decadencia, muerte: sin fe todo es estéril, no es nada, la ciencia y la
vida están vacías". La fe es "no sólo una fuerza religiosa, una fuerza
de caridad, sino también una fuerza doctrinal, una fuerza de sana y pura
y fuerte doctrina filosófica y teológica".
La
crisis de la civilización moderna es una crisis de verdad, y por tanto
de realismo, implementada en nombre de una excesiva emancipación del
subjetivismo que vacía el bien y la vida de contenido.
Nosotros
los cristianos, con nuestros principios y valores, con nuestros dogmas y
tradiciones, no somos los "dolores del juego" de la paz dominante. Más
bien, somos antibióticos y benefactores de la salud humana y social
amenazados por la ignorancia y la depresión del mal. Para ser así basta
con vivir la buena vida y las semillas del futuro de la comunión en
Cristo. No hay necesidad de contradecir; la vida es el signo de la
contradicción, la levadura, la sal.
Don
Giuseppe De Luca, dibujando un perfil del Papa Pío X y Don Orione, dijo
que "no eran enemigos de su tiempo, pero ni siquiera entusiastas, muy
inteligentes de la naturaleza". Así que también debemos ser hoy,
"amables" con nuestro tiempo, es decir, compartir en problemas y
portadores de esperanza con lo que somos y vivimos. La simpatía por ser
auténtica y eficaz debe basarse en la verdad, custodiada por la humildad
e implementada en la caridad. De lo contrario, y yo diría que
inevitablemente, la simpatía es engañada y abrumada por las pasiones
humanas o inducidas por el medio ambiente y aún más, hoy en día, por la
influencia de la comunicación.
Como
sacerdote, en la parroquia, a menudo se me pide que lleve a cabo un
simple servicio de confirmación de hermanos y hermanas de fe que se
encuentran perdidos en este mundo donde todo se reduce a la opinión,
donde se excluye todo juicio de valor, donde "en la noche negra todas
las vacas son negras" (Hegel), donde todo es indistinto. Estar fundado
en verdades de la naturaleza, la razón o la fe, no es un defecto que
dañe las relaciones humanas, no perturba la convivencia en la familia y
en la sociedad. La naturaleza, la razón y la fe son "de todos", son
ecuménicos, son el fundamento más profundo de la comunión personal y la
cohesión social.