martes, 18 de febrero de 2025

INSTRUMENTOS DE LA PROVIDENCIA DE DIOS.

 

Confirmando esta específica dinámica carismática, me vienen a la mente las palabras escuchadas al obispo griego-católico de Oradea, Vasile Hossu, después de la caída del régimen comunista en Rumania. Tienen el valor de una parábola carismática. “Un día, viajando en auto con Don Lazzarin – nos contaba el Obispo - , nos detuvo la policía, quien nos trató mal,  y al saber que yo era el Obispo, el desprecio fue mayor. Don Lazzarin , después de algunos intentos de mejorar la relación con el policía hostil, dijo que tenía necesidad urgente de llegar a Oradea, donde los esperaban los cohermanos y los chicos del oratorio. “¿Oratorio? ¿Van a lo de Don Luis, el cura del oratorio?” – preguntó el policía. ‘Si, somos sus cofrades’. El policia cambió el tono con nosotros y se puso a hablarnos con benevolencia del oratorio, de los chicos.  Miren? – concluyó Mons. Hossu dirigiéndose a mí – la obra que ustedes hicieron en el oratorio, para los chicos y para los pobres está volviendo amada y estimada toda la Iglesia de Oradea”.

Hechos como éstos revelan el dinamismo específico del carisma orionita en la vida ordinaria: volver  la Iglesia amada y estimada con el fin de que pueda cumplir con su misión providencial de unir a Cristo.

 Otro insigne pastor de la Iglesia, el cardenal Paulo Evaristo Arns, arzobispo de San Pablo del Brasil, hace años indicó nuestro Pequeño Cottolengo como destinatario de las ofrendas “de la Campaña de la Fraternidad” organizada por la Conferencia Episcopal. Definió aquella gran obra de caridad como “la abre puerta de la Iglesia católica en la ciudad” porque ella creaba simpatía y acercaba el pueblo a la Iglesia y sus Pastores.

Igual aprecio lo escuché en el mes de marzo pasado a Mons. Anselmo Pecorari, Nuncio Apostólico en Uruguay. Animando el camino del Pequeño Cottolengo orionita de Montevideo, me dijo: “El Pequeño Cottolengo es conocido y apreciado en todo el Uruguay. Eso constituye una buena carta de crédito de la Iglesia católica en una sociedad muy laica”.[14]

Todo esto responde a las intenciones de Don Orione: “Hijos de la Divina Providencia, nosotros debemos palpitar y hacer palpitar miles y miles de corazones alrededor del corazón del Papa: debemos llevar especialmente a él los pequeños y los humildes trabajadores, tan perseguidos; llevar al Papa los pobres, los afligidos, los rechazados, que son los más queridos de Cristo y los verdaderos tesoros de la Iglesia de Jesucristo”.[15]

El artículo 118 de las Constituciones señala bien esta dinámica apostólica. Después de haber insistido en la Providencia de Dios, en la centralidad de la caridad de Cristo, en la preocupación de formar los pequeños, los humildes, el pueblo en Cristo, propone de nuevo la expresión querida por Don Orione: “llevemos sus corazones al Romano Pontifice, eje de la obra de la Divina Providencia en el mundo”.

El CG 13 actualiza estas indicaciones pidiendo “obrar como instrumentos de la Providencia de Dios para los pobres y presentándose al pueblo como signo concreto de la maternidad de la Iglesia” (n.13) y de “vivir la comunión con la Iglesia de la que proviene y a la que se dirige nuestra caridad apostolica (n.9)”