jueves, 10 de abril de 2025

ESPÍRITU DE FAMILIA

 



Don Orione, bien consciente de la importancia de relaciones serenas y constructivas en el interior de cada casa o institución, se expresa así: “No reconozco como mía una casa que no se presente como una buena familia cristiana”. Ese mismo espíritu de familia[1] que no puede subsistir sino en presencia de una relación armónica también y sobre todo entre los operadores, ya sean laicos o religiosos. “Un educador ( y así todo operador) no debe hablar contra el otro: que reine siempre entre todos ellos la caridad en las obras, en las palabras, en los afectos, y que estos sean santos y santamente fraternos”.[2] “las palabras de San Pablo nos dicen que nos soportemos recíprocamente, que llevemos el peso uno y otro: entonces compadézcanse mutuamente!...Sin defectos no hay nadie en este mundo! Compadézcanse, ámense y sopórtense!!...[3]

Es una invitación a resolver los problemas y los conflictos partiendo de la constatación de los límites existentes en cada hombre y de la necesidad de ponerse en relación con el otro. No es solo el estilo evangélico, sino también un sano realismo que reclama a la conciencia de los propios límites y los posibles errores en la gestión cotidiana del trabajo. Solo la capacidad de trabajar en grupo ayuda a reducir las inevitables tensiones y a resolver los problemas a través del dialogo y la compresión. Entonces, instituciones no burocratizadas, sino verdaderas comunidades de partición y acogida, con personas siempre en camino hacia una humanización que permita atenuar el sufrimiento y dar por lo menos una migaja de felicidad cada vez que sea posible.

Este estilo actualísimo, más aún, universal, induce a aquellos que trabajan en las obras por él queridas, a interrogarse y a evaluar para hacer siempre mejor.



[1] Cfr FDP. C9 “debe distinguirse un gran espíritu de familia”

[2] Sc. 99,272

[3] Parola II, 78-81