Don Orione siendo un joven clérigo y amante de Jesús Sacramentado publicó en el primer número del Boletín de la Congregación : “La Obra de la Divina Providencia” en 1898: “Ante El Señor” - ¡Solo…, de noche…, en la larga y oscura Iglesia! Todo está envuelto por el silencio profundo. Las sombras descienden de lo alto…; allá, en el fondo, junto al altar, la lámpara! ¡Es una pálida luz tranquila! Cada tanto un leve soplo…, y un haz de leve luz se proyecta sobre el muro para besar la imagen pintada de un querubín.
Y el querubín tocado por esta gentil caricia, parece que se moviera confusamente y
que se desprendiera… como si una onda de amor celestial le diera vida. ¡Qué bien se reza…, de noche…, cerca del altar…! Calla el mundo, se silencian los deseos, enmudecen los sueños iridiscentes de la fantasía. La paz del Señor inunda el alma entera, ¡paz…, paz profunda, imperturbable!
¡Oh afortunada tú, humilde lámpara que velas siempre, consumiéndote delante de
mí Jesús! Familiarizada con este ambiente saturado de amor que rodea el Corazón de mi Dios, dime ¿conoces Tú los latidos ardentísimos, las inefables dulzuras?
¡Ven, luz bendita, entra en mi corazón, hasta el fondo, en los rincones más secretos---,
háblame del buen Jesús, de su amor! Tu tibieza suave y dulcemente delicada reanimará mi espíritu y hará que se abran los brotes de la virtud y del sacrificio.
¡Oh Jesús dulcísimo! ¡Oh, si en mi corazón una llama siempre viva de amor emulara la vigilante lámpara que brilla por Ti, inmensamente, hoy… mañana…siempre…!” (Scr.
92, 186).
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