domingo, 18 de agosto de 2024

HISTORIA DE UNA AVENTURA MISIONERA




Desde 1913 los religiosos orionitas misioneros habían llegado a Brasil y las necesidades de refuerzos resonaban en Don Orione con insistencia. Por eso en 1914 envió un llamado a todos sus hijos diciendo: “¡Necesito hijos santos!”, por medio de una carta conmovedora que contagiaba pasión misionera, que llamaba a jugarse la vida entera. En 1918 había decidido él mismo partir hacia Sudamérica, pero por algunos problemas de salud y otros motivos de peso no lo pudo concretar. Entonces en 1920 envió más refuerzos, pero anhelaba llegar personalmente a América. Los pedidos crecían desde Brasil y Don Orione comprendió que era el tiempo de preparar a la Congregación para su partida misionera.

El padre Sterpi quedó como director y Don Orione se despidió de los suyos en Italia diciendo: “Solo con la caridad de Jesucristo se salvará el mundo… que entre ustedes mis queridos hijos, reine esa grande, suave y divina caridad que siempre los hizo un solo corazón y un solo espíritu”. Palabras que son una herencia espiritual, una fuente donde ir a buscar nuestra identidad orionita: Jesucristo… Caridad… Salvar… Unidad… Ellas expresan que los orionitas estamos para llevar a Jesús a los pequeños, sirviendo a nuestra Madre la Iglesia con humildad y alegría.

El 4 de agosto se embarcó en Génova y luego de pasar un día por España se encontró en el océano rumbo a Latinoamérica. Durante el viaje se maravilló con la belleza de las estrellas y la inmensidad de las aguas. Mientras todos dormían el contemplaba y rezaba, no se cansaba de agradecer a Dios haberlo elegido para esta aventura.

Durante su viaje se celebraba la fiesta de la Asunción de María (15 de agosto), entonces pensó en la belleza de la Madre de Dios, sobre todo en su humildad y pureza. Y recordó el sueño de su juventud y los rostros de diferentes colores y razas bajo el manto de la Virgen… En el horizonte, el 19 de agosto ya se veía Brasil.

A la edad de 49 años, el 19 de agosto de 1921, Luigi Orione llegó a Río de Janeiro, Brasil. Finalmente pudo encontrarse con  sus religiosos, que se fueron a finales de 1913, y dar un nuevo impulso a la presencia de la Congregación en Brasil. 

  Al día siguiente celebró su primera misa en el “nuevo mundo”. En sus ojos brillantes podía leerse lo que guardaba su corazón: “Estamos en Brasil por y para los pobres”. Se conmovía al ver tanta necesidad del pueblo. Hacían falta sacerdotes para bautizar a los niños, asistir a los enfermos, guiar a los jóvenes. Entonces escribió al padre Sterpi pidiendo refuerzos, pero no llegaban… las necesidades de la Congregación en Italia también eran muy grandes.

Entre tanto, llega a Don Orione una carta escrita por el secretario de la Nunciatura de Buenos Aires, el P. Maurilio Silvani, quien lo invitaba a la Argentina. El misionero insistía pidiendo hijos santos. Era un clamor hecho plegaria dirigido al cielo, y a la vez una invitación hecha susurro al corazón de sus hermanos. Don Orione sabía con humildad hablarle a Dios y, con ternura, hablarles de Dios a los hombres. Hasta que desde Italia el P. Sterpi respondió diciendo que enviaría a cuatro seminaristas. La aventura misionera seguiría creciendo al ritmo que crecían la caridad y los sueños de Don Orione.

Pronto, muy pronto este sueño y esta aventura misionera de Don Orione se harían realidad y tendrán a la Argentina como protagonista. 

Fuente: Revista Don Orione

 

 

 

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