
Con esta observación, Juan Pablo II inicia su reflexión sobre Don Orione en la Carta conmemorativa del cincuentenario de su muerte. Una constatación tal, no priva de cierta sorpresa, es normal en quien conoce, aunque solo un poco, al beato Don Luis Orione y su Pequeña Obra. Corresponde a la verdad de los hechos y de sus intenciones.
1. Santos "fuera de la sacristía"
Don Orione reclamó con frecuencia a sus hermanos de Congregación, un estilo apostólico emprendedor, "popular", "de mangas arremangadas", dinámico. (2)
"En la luz gloriosa del divino Resucitado y bajo la guía de los legítimos pastores, debemos promover una fuerte obra de penetración cristiana, especialmente entre el pueblo trabajador; trabajen para retornar a Jesucristo y a la Iglesia las clases de los humildes, las masas de los trabajadores, tan insidiadas...". (3)
Con fecha 12.1.1930, escribe a sus "Queridos hijitos de San Pablo, Brasil":
"Se necesita un iluminado espíritu emprendedor, si no, ciertas obras no se hacen: la de ustedes se torna estática, no es más vida de apostolado sino muerte lenta y fosilización. ¡Adelante entonces! No se podrá hacer todo en un día, pero no es necesario morir ni en casa, ni en la sacristía: ¡fuera de la sacristía! No perder jamás de vista la Iglesia ni la sacristía, antes bien el corazón debe estar allá, la vida allá, allá donde está la Hostia; pero, con las debidas cautelas, es necesario que se dediquen a un trabajo que no sea sólo el trabajo que hacen en la Iglesia". (4)
"Debemos ser santos, pero hacernos tales santos que nuestra santidad no pertenezca solamente al culto de los fieles, ni esté solo en la Iglesia, sino que trascienda y arroje en la sociedad tanto esplendor de luz, tanta vida de amor de Dios y de los hombres para ser, más que los santos de la Iglesia, los santos del pueblo y de la salvación social". (5)
Don Orione advertía que semejante tipo de presencia apostólica respondía a una exigencia interior de fidelidad evangélica, pero también a la misión de la Iglesia en los nuevos tiempos y a las necesidades de la gente. Recordemos que a partir de fines del siglo pasado, fenómenos sociales (industrialización, urbanización, etc.), ideologías y proyectos políticos, estaban resquebrajando la tradicional cohesión de los pueblos en torno a la Iglesia y a la fe. Don Orione advertía los signos de un preocupante alejamiento de las masas de la fe cristiana con la consiguiente desorientación y envilecimiento también de la vida civil. Se encuentran a menudo en sus escritos miradas "amplias" sobre la escena histórica de la sociedad de su tiempo.
"Los pueblos están cansados, están desilusionados; sienten que toda la vida es vana, es vacía sin Dios". (6)
"Sin Cristo todo se abate, todo se ofusca, todo se resquebraja: el trabajo, la civilización, la libertad, la grandeza, la gloria del pasado, todo se destruye, todo muere". (7)
"¡Somos Hijos de la Divina Providencia! No somos de aquellos catastróficos que creen que el mundo termina mañana; el último en vencer será Dios, y Dios vence en una infinita misericordia". (8)
1. JUAN PABLO II. Mensaje a la Pequeña Obra de la Divina Providencia, en L'Osservatore Romano, 12-13 de marzo de 1990, p. 4
2. "Debemos ser dinámicos, y no marmotas, en la caridad hacia los más humildes y más abandonados de nuestros hermanos" en Lo spirito di Don Orione I, p. 76
3. Scritti 94, p. 258
4. Lettere II, p. 77
5. In cammino con Don Orione. Lettere, Roma, 1972, p. 325
6. Lettere , p. 216
7. Scritti 53, p. 9 8
Lettere II, p. 369 y también Scritti 94, p. 258; 57, p. 122; 61, p. 113-118. Algunos estudios de carácter histórico: TERZI, I. Il momento storico in cui operò, p. 29-36 y DEL MONTE, A. La scelta sociale di Don Orione, p. 92-100 in Don Orione nel centenario della nascita: 1872-1972, Roma, 1975; TERZI, I. La Chiesa dovrà trattare con i popoli, (Messaggi di Don Orione, n. 20); PELOSO, F. L'ambiente tortonese in cui si formò il giovane Luigi Orione, Seminario di studio dell'Istituto Teologico "Don Orione", Tortona, 1984; AA. VV. Don Orione "un uomo dal popolo e per il popolo", Ed. Maxmi, Alessandria, 1989 (sobre todo la contribución del prof. G. Sisto, p. 25-63).