Don Orione ha encarnado la identidad del Sacerdote de un modo pleno y ejemplar.
El Sacerdote es un hombre, tomado del medio del pueblo y destinado por el Señor a ser intermediario entre Él y la gente, la Gracia y de la salvación. Ofrece a Dios oraciones y súplicas por las necesidades de los hombres; presenta al pueblo las exigencias del Señor, transmite y comparte su Palabra de tal modo que todos puedan comprenderla, orienta los pasos de aquellos que buscan al Señor, de cuantos buscan al Señor con corazón sincero. Santifica, conforta, bendice, enseña, distribuye el Pan de la Eucaristía, perdona, y sobre todo se transforma en el hombre de la oración. Verdaderamente el sacerdote es un representante de Dios sobre la tierra: ¡qué santa debe ser su vida!
Si el sacerdote es quien da a Cristo y las cosas santas a las almas, Don Orione es un gran sacerdote. Toda su personalidad encarna la figura ideal del sacerdocio católico.
Don Orione es “todo” sacerdote, consagrado a Dios, a la Iglesia, a las almas. No hay espacio para otras dimensiones, expresiones de una vida privada, como quien ejercita una profesión.
Ha vivido su vocación con una heroicidad admirable.
Fuente: Las virtudes sacerdotales de Don Orione. Fioedaliso