
La dinamita de la
caridad
Existen los
religiosos benedictinos que tienen su finalidad; los franciscanos con la suya,
los dominicos; existen los jesuitas con su finalidad tan especial.
Y también nosotros
tenemos nuestra finalidad exclusiva (...) Nuestra naturaleza, una
característica que nos debe diferenciar de todas las otras Congregaciones.
Y si me preguntan
cuál es esa característica que nos debe distinguir de todas las otras Congregaciones,
yo les digo que es
En la caridad hacia
los más humildes y abandonados hermanos nuestros tenemos que ser dinámicos y no
marmotas. (...)
Nuestra
Congregación debe ser dinámica, y no necesariamente numerosa. Jamás soñé yo con
una Congregación numerosa. Cuando san Luis Gonzaga supo que los jesuitas habían
llegado a los 20.000, se puso a llorar (...) La cantidad no es lo importante.
No lo es, no lo es en absoluto. Durante la primera guerra mundial, cuando casi
todos los nuestros estaban bajo
bandera, nosotros
no cerramos ninguna casa. Nos multiplicamos por siete y el Señor nos asistió
espiritual y materialmente. Eramos como cuatro pobres nueces en un cajón...
Cuando son muchos,
se trabaja poco y nada: poco y nada. Cuando son muchos, se pierde tiempo, hay
críticas, murmuraciones, y siempre se termina por hacer algo inconveniente para
el espíritu religioso. (...)
A los salesianos
los llamaban los garibaldinos de
No vayan a la
rastra, ni a remolque. Ahora en Italia han impuesto el paso romano: ¿y nuestro
paso, cuál será? Todos tiene que meterse bien en la cabeza que nosotros
marcharemos a paso apostólico. No sólo paso cristiano, sino paso apostólico. El
que no siente la fuerza de la caridad, su fuerza llameante, la fuerza de la
apostolicidad, se hubiera quedado en casa, en su pueblo, no con nosotros. A lo
mejor, podrá ser un santo trapense... Pero el que permanece aquí debe ser un
verdadero agitador de la caridad.
El que no tenga
esta fuerte voluntad de llegar hasta el fondo, en el amor a Dios y al prójimo,
que se vaya: podemos ser buenos amigos, pero no tenemos porqué ser muchos.
¡Pocos! ¡Pocos! Para que no haya que decir: «Multiplicasti gentem et non
magnificasti laetitiam» (Multiplicaste a las gentes y no aumentaste la alegría
– según
(...) La nuestra no
debe ser una congregación de flojos, o peor aun, de afeminados; debe ser una
congregación viril y fuerte, no invertebrada; a tal punto que, si un día
estallara una persecución (...), una persecución cruenta, nuestra Congregación
debería caer entera, como la legión tebea, y morir mártir. Es así como se
multiplica la simiente de los cristianos: «sanguis martyrum semen est christianorum».
¡exactamente así!
Nuestra
Congregación tiene que estar preparada para las más duras pruebas; en defensa
de la fe y de
Pero si no nos
formamos, si Jesucristo no está en nosotros, si nuestro pecho no está encendido
de amor a Dios, nunca estaremos preparados para tamaña empresa.
De las «Buenas
noches» del 2-I-1938,
Parola VIII, 2-3.