A fines de 1920, es decir meses antes de que Don
Orione emprenda su viaje y llegue por primera vez a Argentina el 13 de
noviembre de 1921, nuestra Congregación necesitaba presencia de sacerdotes en
16 casas (15 en Italia y 1 en Brasil). Entre seminaristas, ermitaños, religiosos
y sacerdotes, los orionitas eran solamente 58 en total.
De ellos, 30 eran sacerdotes, es decir, no se llegaba
ni a dos sacerdotes para cada casa Un hombre precavido, un fundador prudente,
hubiera esperado consolidar esas casas en crecimiento y necesitadas de
sacerdotes, para llevarlas adelante. Pero en el corazón misionero de Don
Orione, ser prudente implica no una pausa para esperar a tener más seguridad,
sino acomodarse en las manos de la Providencia y lanzarse al vacío.
En Don Orione no podemos explicar sus decisiones solo
desde razonamientos humanos, es imposible comprender el corazón de un santo sin
tener en cuenta al motor que hace latir su corazón: el amor a Dios y a las
personas, a “las almas” como él las llamaba, como queriendo nombrar lo más
profundo de cada ser, lo más conmovedor de cada persona, porque a Don Orione
“le dolía en el alma” el sufrimiento de sus hermanos. Entonces cómo no dar ese
paso de amor del que hablamos.
Extender las fronteras de la
caridad
Con su viaje a Latinoamérica, Don Orione se propone
dar un nuevo impulso a las actividades ya iniciadas, pero también anhela extender
el alcance del bien que se realiza. Su corazón es un corazón sin fronteras, no se
conforma con hacer todo lo posible, quiere hacer todo lo mejor posible y hasta
un poco más, porque sabe que “no hay nada imposible para Dios” (Lucas 1, 37). Y
su corazón misionero navega conducido por Jesús y sus velas son el manto de la
Madre de Dios, por eso tiene la confianza en que llegará a la otra orilla y podrá
sembrar y anunciar el Evangelio de la caridad.
El 26 de agosto de 1921 Don Orione le escribe al P. Carlo
Sterpi -quien había quedado a cargo de la Obra ya desde Brasil (donde aceptó más
obras) para contarle las invitaciones y los ofrecimientos que recibía. El P. Sterpi
en Italia vivía la angustia de la falta de personal para asumir tantos emprendimientos.
En ese mismo tiempo se abrieron nuevas casas en Italia y partió el primer grupo
de religiosos hacia Tierra Santa. Luego Don Orione también le cuenta que ya
había tramitado el pasaporte para ir a Argentina, donde lo habían invitado
recientemente. Entonces el P. Sterpi –como hermano y amigo, con esa confianza que
se tenían y con ese santo respeto y admiración que sentían el uno por el otro–
le escribirá: “Rece por nosotros y piense en volver lo más pronto posible.
Recuerde que si las cosas aquí no van bien, será un mal también para
Latinoamérica. Y no diga que la caridad de Cristo nos une y que alcanzará con
estar juntos en el Paraíso, etc., etc.; todas cosas verdaderas y santas, pero
un poco fuera de lugar; y olvídese de la Argentina y todos los buenos
proyectos, sino también yo voy para allá” Aún hoy conmueve y emociona leer al
P. Sterpi: parece un niño reclamando el retorno del Padre. Pero Sterpi era un
hombre, un religioso noble, del que Don Orione no se cansaba de dar gracias a
Dios por ponerlo en su camino, un amigo en la aventura de amar y servir. Don Orione
confiaba en él y necesitaba de su serenidad y lógica, porque por momentos la
pasión del Fundador lo hacía correr por todas partes con su sotana gastada y
arremangada.
En las palabras de Sterpi se deja ver la necesidad de
la presencia de Don Orione, su presencia paternal que daba seguridad, su estar
que reconforta y estimula; del calor de su fuego interior que daba vida a la
Familia Orionita que iba creciendo humilde y sacrificadamente. Por otra parte
se deja ver la necesaria presencia de los demás orionitas, de esos “hijos
santos” que Don Orione tanto anhelaba.
En nuestros días, a casi 100 años después de su
llegada, aquella situación nos llama a reflexionar en la necesaria presencia
nuestra, los hijos orionitas de hoy, en cada lugar donde hace falta la caricia
de la caridad que sana, reconforta y levanta; caricia que comprende, perdona,
recibe y da la bienvenida; caricia que incluye y que camina al lado.
Fuente: GEO Grupos de Estudios Orionitas
Prof. Fernanda Coronel