Hoy debemos sentirnos, no diré sólo abatidos, sino aniquilados mil veces bajo la avalancha de tantos reveses; es cierto que todo ha pasado, con la ayuda de Dios, y nosotros con el alma conmovida y con los ojos llenos de lágrimas hacia Jesús, estamos aquí todavía, aquí de pie y más fuertes que antes.
Jesús ha sido tan bueno que parece que ha descendido hasta la bajeza de sus últimos siervos para restituir y fortalecer nuestra vida. La mano de su misericordia se ha extendido sobre nuestra pobre cabeza, y un soplo nuevo de vida ha pasado sobre nosotros y su virtud ha reanimado nuestra debilidad y ha encaminado la voluntad a una vida nueva y mejor; y a un nuevo y mayor trabajo para su gloria.
Incipit vita nova! Si recordamos el camino hecho hasta aquí. ¡Qué insatisfechos de nosotros mismos y humillados nos sentimos! ¡Cuánta frialdad, cuánta pereza, cuánta miseria! Ha sido necesario que el Señor derramara todas sus bendiciones sobre nuestros pasos, ha hecho falta todo el afecto y la benévola indulgencia de los superiores y de tantas almas buenas para caminar hacia adelante día a día.
¡Ah!, despertémonos ya de este sueño: después de tantos favores celestiales y tantos consuelos, ya es tiempo de que comencemos una vida nueva, una vida llena de amor y de trabajo por Jesús. La voz de Dios pasa y grita en nuestro corazón, como antes, con llamadas intermitentes; no podemos y no debemos pasar de largo: militemos, por tanto decididamente bajo la bandera del gran rey. En el nombre del Señor y Dios omnipotente: Incipit vita nova!
Incipit vita nova! Sabemos bien que de por sí no somos buenos, absolutamente, ni siquiera para dar un paso en la nueva vida que queremos llevar, pero Jesús es bueno y estará cerca de nosotros, y dejará que nos abracemos a él y que nos abandonemos confiados en su corazón: todo se puede cuando Jesús nos consuela.
¡Oh, sí!, el Señor que ha comenzado la obra buena, sabrá llevarla a su fin. Y al renovar nuestra vida, sabrá dar nuevo impulso y nuevo desarrollo a la Obra de la Divina Providencia.
Incipit vita nova! Un período nuevo de vida que quizás no termine sino con el desgaste de nuestras pobres personas: pero feliz y bendito aquel día, si con nuestro caer el Instituto gana nueva fuerza y vida perenne.
Incipit vita nova! Por un ideal que no termina aquí abajo, por un bien que no es terreno, mirando al cielo, lanzando este grito del alma a vosotros, jóvenes hermanos.
Alcemos los corazones: para nosotros y para la Obra de la Divina Providencia incipit vita nova. Vida nueva: el corazón a Dios, la vida al trabajo, por amor de Dios. Ni desengaños, ni indiferencias nos apartarán del camino glorioso marcado por el dedo de la Providencia del Señor.
Los vendavales soplando a nuestro alrededor, no apagarán la fe, ni los latidos de una caridad que no muere: cuando el mundo levante barreras, nos servirán de escalones para subir más alto. Incipit vita nova!
Y con la bendición del Obispo, como aliento suave de una vida de trabajo y de amor celestial, vete contento por montes y por valles, pobre hijo de la Divina Providencia (“La chispa”).
Esparce fe y luz sobre las almas, salva muchos pobres jóvenes del león que ruge alrededor: vete y grita a todos, a los hermanos y a los amigos: “Cantate Domino canticum novum, quia mirabilia fecit!” (cantad al Señor un cántico nuevo porque ha hecho maravillas).
Dondequiera que llegues, pobre hijo, resuenen los caminos de la tierra y del cielo con un cántico nuevo y sea el himno suavísimo de amor a mi Dios. Abraza a todas las criaturas en la caridad grande e infinita de Jesús Crucificado: dondequiera que encuentres un alma para salvar, un dolor que aliviar, una lágrima que enjuagar, vuela allá como un ángel consolador, Hijo de la Divina Providencia.
Siembra bálsamo, conmueve, convierte las almas a Jesús: siempre listo a cualquier miseria, siempre palabras de consuelo y de esperanza. Vuela y vuela... y lleva a nuestros bienhechores las oraciones de muchos hijos.
Saluda en primer lugar al Obispo, a cuyos pies has nacido, como signo de alegría y de afecto vivísimo. Y si en alguna ocasión llegase tu humilde voz hasta los pies del pobre y viejo Papa. ¡Cómo quisiera que tu voz fuese como una ola de amor de llanto!
Vete entonces con la sonrisa de la juventud, vete en el nombre de la Divina Providencia, como himno de amor a mi Dios. Vete ligero como la brisa, dulce como el canto de los ángeles, suave como el espíritu del Señor.