Compartimos un saludo navideño que Don Orione le envió
a sus religiosos en 1922, pidiéndoles a ellos (y a todos nosotros) estar unidos
en el corazón de Jesús. ¡Feliz Navidad
Queridísimos
hermanos míos de la Divina Providencia:
¡En el Nombre bendito de Dios!
De regreso a Italia, con la mente y el corazón que me
parecen más iluminados y dilatados por la caridad de Nuestro Señor Jesucristo
Crucificado, y mientras ya me apresto a volver a cruzar el océano, si así
quiere la bondad de Dios, llego a ustedes, queridísimos hermanos míos, como
hermano y padre que los ama en el Señor, para hacerles los augurios más
afectuosos y los votos más santos con la alegría de las próximas fiestas
natalicias. Son votos y augurios que expreso todos los días con el alma, con
esta alma que vive tanto de su vida, de sus alegrías y de sus dolores, y que
todos los días reza en el altar del Señor, pero que con más fervor aun rogará
por ustedes la Noche beatísima de Navidad.
¡Cuánto hubiera querido escribirles a cada uno por
separado en esta ocasión! Pero ustedes mismos comprenderán que me hubiera sido
imposible. Por lo que, abrazándolos a todos espiritualmente, me resulta gracia
suavísima escribirles a todos juntos, con ese dulce afecto de hermano y de
padre en Cristo, que sólo Dios conoce.
Les diré que hasta me parece muy hermoso tenerlos aquí
a todos delante y en el corazón, todos en el altar, reunidos en esta dulce
Navidad alrededor de Jesús Niño, y decirles a todos la misma palabra de
caridad, que tan suavemente nos une; de esa caridad que tiene tan largos brazos
que no ve ni montes ni mares, ni límites ni barreras de nacionalidad, sino que
nos aglutina a todos - como dice la Escritura que sucedió con los corazones de
Jonás y de David- y hace de todos nosotros un solo corazón y un alma sola, por
la vida y por la muerte y más allá, porque en la caridad se sirve de Dios y el
hombre se eterniza.
¿Hay acaso gozo más sentido, consuelo más elevado y
espiritual, vida más sublime, paz y felicidad mayor, que la santa caridad del
Señor y Dios Nuestro Jesucristo? ¡Qué dulce es amarnos en Jesucristo!
Pero en estos días de Navidad, en los cuales las almas
cristianas sienten los puros gozos de la fe y de la caridad de Jesús y la
mística poesía que exhala del Pesebre, al que llegan peregrinando los pobres,
los simples, los pastores, y sobre el cual vuelan y festejan los ángeles, en
medio de la luz y del canto del Gloria, y anuncian la paz de Dios a los hombres
de buen voluntad; en estas gozosas solemnidades no solo mando augurios de todo
bien, de toda consolación celestial, a todos y a cada uno de ustedes, hermanos
e hijos míos y corona mía, sino que mientras formulo los más fervientes votos
por ustedes, pongo a los pies de Dios una gran oración, que es amor de caridad:
la misma oración que Cristo elevó por sus discípulos y apóstoles antes de
dejarlos: “Padre Santo, cuídalos, el Nombre que tú me diste, para que sean uno,
como nosotros” (Jn. 17, 11).
Haz, oh Señor, que seamos una sola cosa con ti, que
todos estemos siempre con ti, en tu adorable Corazón.
Niño Jesús, Jesús Amor, danos tu dulce bendición. Amén.
Don Luis Orione
Fuente: Padre Facundo Mela, fdp
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