
Desde Buenos Aires, Don Orione, escribe personalmente los primeros dos Capítulos de nuestras Constituciones, fechados 12 de setiembre 1935 (entonces fiesta del Dulce nombre de María). En el primer Capítulo habla del título y del fin de la Congregación y en el segundo de María, Madre y Celestial protectora del Instituto. En total escribe 5 párrafos.
En el 1° artículo: por primera vez aparece el nombre
completo “Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad”.
En el 2° artículo: además de los tres votos clásicos
(pobreza, castidad y obediencia), agrega un 4° Voto: el Voto de caridad (cuyo
contenido y significado lo explica en el artículo siguiente).
En el 3° artículo: el voto de caridad consiste en el
“ejercicio de la caridad” a través del cual conducir a los pobres al amor de
Jesucristo, del Papa y de la Iglesia.
Es interesante observar, a través de algunos de los
primeros borradores de las Constituciones, la evolución del pensamiento de Don
Orione, hasta lograr plasmar la redacción definitiva13 1.3.
UN CUARTO VOTO: EL VOTO DE CARIDAD
Don Orione ha sabido sintetizar en las cuatro palabras
de nuestro nombre, no sólo nuestra identidad y estilo de vida, sino el “modo”,
el “estilo”, el “cómo” realizar el “designio del Padre” de “Instaurare omnia in
Christo”. Y lo hace aún más “radical”, colocándolo como un IV° Voto: el Voto de
Caridad (como análogamente lo hizo con el Voto de obediencia y fidelidad al
Papa para los FDP) (24) Con el Voto de Caridad, “corazón” de nuestra identidad,
entendemos una caridad
que no es un mero “hacer el bien”, sino una caridad
que nace de la experiencia del amor de Cristo en cada PHMC, experiencia del
amor que brota del Corazón de Jesús. De ese Sagrado Corazón, desde el cual
“partirá su misericordia y su gloria” (recordamos la aparición
Es sumamente significativa e indicativa la presencia del
Sagrado Corazón de Jesús. A lo largo de la vida de Don Orione fueron varias, no
sólo las indicaciones que dejó a sus hijos e hijas sobre la devoción y el amor
al Sagrado Corazón, sino las diversas apariciones que él mismo describió.
Don Orione quiere una caridad encarnada. Jesús es la
encarnación humana del amor del Padre para la humanidad. De su “Corazón” divino
y humano se derraman sobre la humanidad todo el amor, la misericordia, la
ternura y la compasión de Dios encarnados.
Nuestra caridad debe ser también una caridad
encarnada, una caridad y misericordia humanizada y humanizadora. En Jesús, Hijo
de Dios hecho hombre, la humanidad adquiere su máxima dignidad, una dignidad
que Jesús conquistó con su encarnación, predicación, pasión, muerte y
resurrección.
El Voto de Caridad nos introduce en el mismo Corazón
de Cristo y, desde allí, nos convierte en una prolongación de los sentimientos
y actitudes de ese Corazón divino y humano.
Nuestra caridad es, entonces, una caridad
humanizadora, profética, sanadora, dignificante y misericordiosa.
Podemos decir que, ciertamente, la “caridad” compendia
y da sentido a los otros votos; la castidad, la obediencia y la pobreza no
pueden vivirse sino en la óptica de la caridad y del servicio sin medida a Dios
y a los hermanos, pero, con el IV voto, nos vinculamos al ejercicio de la
caridad espiritual y material (obras de misericordia) para llevar a los más
pobres y abandonados a Dios y al Papa14. Queda así en evidencia la comunión con
la Iglesia y con el Papa, la estrecha relación del “ejercicio de la caridad” de
las PHMC como expresión tangible de la caridad y de la maternidad de la
Iglesia.
El corazón de Don Orione, apasionado por la caridad
salvífica del Corazón de Cristo, a través de la Iglesia y del Papa, tuvo en la
caridad su razón de ser y el sentido de su vida totalmente entregada; la
caridad fue el latido de su ardiente corazón: “sólo la caridad salvará al mundo”
… “amar siempre y dar la vida cantando al amor” … expresiones que en Don Orione
no eran un simple “slogan” sino un “estilo” de vida.
Al final de su vida Don Orione intuía cada vez más
profundamente la urgencia de tener una Congregación de “apóstoles”, de heroínas
de la caridad; en el envío misionero del 7 de diciembre de 1930, Don Orione
pronunció, entre otras cosas, estas palabras: “partan estas Hermanas, y
bauticen a las almas no con agua, sino con Espíritu Santo! (…) quiera Dios
que, detrás de este pequeño grupo, otras y otras
Hermanas más se transformen en Heroínas de amor… Llevando el amor de Dios y del
prójimo, sostenidas por la gracia del Señor, puedan hacer tanto, tanto bien y
atraer tantas, tantas almas a la salvación, porque van para ayudar a los
misioneros, colaboradoras de otros corazones generosos”
Dirá en el Radiomensaje desde la Argentina en marzo de
1936: “Oh! Nos mande la Providencia los hombres de la caridad. Como un día de
las piedras Dios suscitó hijos de Abraham, así suscite la legión y un ejército,
el ejército de la caridad, que colme de amor los surcos de la tierra, llenos de
egoísmo, de odio, y calme finalmente la humanidad agitada. (…)
Seamos apóstoles de caridad, de amor puro, amor alto y
universal; hagamos reinar la caridad con la mansedumbre del corazón,
compadeciéndonos, ayudándonos recíprocamente, dándonos la mano para caminar
juntos. Sembremos a manos llenas, sobre nuestros pasos, obras de bondad y de
amor…”