Cristo vuelve, y seguirá volviendo mientras haya en la tierra lágrimas y esclavos; volverá a dar plena libertad a su Iglesia. Volverá triunfalmente, en brazos del pueblo, sobre un trono de corazones.
Cuando parezca que el pueblo ha sido definitivamente arrebatado a Dios, se despertará como un hombre fuerte y comprenderá que sólo Cristo es su vida y su felicidad, y con voz grande y angustiosa invocará al Señor, el Dios de la misericordia.
Y entonces, con sólo levantar un Crucifijo el pueblo se arrojaría a sus pies y resucitaría a una vida más alta. Aunque se destruyeran los altares y se dispersaran las piedras del santuario. O peor todavía, hermanos, aunque no quedara sobre las ruinas más que un trozo de la Cruz que adoramos o un pedazo del manto de María, eso bastaría! Y el pueblo volverá a creer, a amar y a adorar, y a vivir; y el mundo asistirá a un nuevo y más vasto resurgimiento del cristianismo y de la civilización.
Con el odio no se puede vivir, y Jesús está preparando un gran retorno. Se acerca la hora: todo lo está diciendo. El último que vencerá será siempre Dios; y Dios vencerá como Salvador y como Padre, y será una hora grande de misericordia universal.
Queremos llevar a Cristo al corazón de los humildes y pequeños, al corazón del pueblo, y llevar al pueblo a amar cada vez más a Cristo, la familia y la patria.
Instaurare omnia in Christo: hay que cristianizar al hombre y al pueblo, hace falta una restauración cristiana y social de la humanidad. (...) Pero hay que educar cada vez más a la juventud para Dios, e ir al pueblo, vivir su vida, sufrir sus sufrimientos.
En esta hora del mundo, tan dolorosa y tan triste, tomemos, Amigos, la resolución de conservar inextinguible y cada vez más fuerte el fuego sagrado del amor a Cristo y a los hombres. Y realicemos la caridad, especialmente tendiendo fraternalmente la mano y el corazón a las clases del proletariado, a los pobres obreros, a los más humildes y más afligidos.
Difundamos en el pueblo, en la juventud, en la patria este amor cristiano vivificante.
Sin este fuego sagrado, que es amor y luz, ¿qué quedaría de la humanidad? Oscurecida la inteligencia, y con un corazón más frío que el mármol de una tumba, la humanidad viviría sumergida en toda clase de dolores, sin consuelo y abandonada a las traiciones, los vicios y crímenes innominables.
¿Qué sería del hombre y de la civilización si las masas populares, dominadas por el egoísmo y las bajas pasiones, y contaminadas con deletéreas teorías comunistas, quebrantaran toda ley y todo freno de vida honesta, cristiana y civilizada? (...) El mundo terminaría en llamas, los hombres se despedazarían peor que las bestias.
¿Qué ganaría la humanidad renegando de la caridad de Cristo?
Con Cristo todo se eleva, todo se ennoblece; la familia, el amor a la patria, los talentos, las artes, las ciencias, la industria, el progreso, la organización: sin Cristo todo baja, todo se ofusca, todo se pierde: el trabajo, la civilización, la libertad, la grandeza, la gloria del pasado; todo se destruye, todo muere.