Publicado
en la revista “La Piccola Opera della Divina Provvidenza” (1934). Texto
fundamental para comprender la profundidad del celo apostólico de Don Orione,
que no admite ni mediocridades ni apatía. Los cristianos tienen que ponerse al
servicio de la Iglesia y de la patria por la causa del bien.
Amigos,
con la vista en las alturas trabajaremos con más ahínco; trabajaremos cada vez
más y mejor, pro aris et focis: por la Iglesia y por la Patria.
Y si nos
quedamos dormidos ¡despertemos y el Señor nos inundará con su luz! Revistámonos
de la armadura completa de Dios, para poder resistir valientemente el mal y
hacer el bien: robustezcámonos en el Señor y con su fuerza poderosa. ¡Y
adelante con los santos esfuerzos y cansancios!
Gracias a
Dios, nos sentimos a los pies de la Iglesia, y avanzamos por la buena senda:
¡trabajar! ¡Trabajar!
Acción, amigos, acción católica como
la quiere el papa, como la quieren los obispos: amor a Dios, a la Iglesia,
celo, oración, diligencia en el bien, para nuestra salvación y la salvación de los hermanos.
¿Son
tiempos nuevos? Fuera temores, y vacilaciones: marchemos a la conquista de los
tiempos con ardiente e intenso espíritu de apostolado, y de Sana e inteligente
modernidad. Lancémonos a nuevas formas, a los nuevos métodos de acción
religiosa y social, bajo la guía de los obispos, firmes en la fe, pero con
amplitud de criterios y de espíritu. Nada de espíritus tristes o cerrados:
siempre con el corazón abierto, en espíritu de humildad, de bondad, de alegría.
Hay que rezar, estudiar, avanzar. No nos fosilicemos. Los pueblos avanzan:
avancemos también nosotros, con la mirada en lo alto, en Dios, con la Iglesia,
empujando y no a la rastra.
Que todas
las buenas iniciativas se presenten remozadas y modernas, con tal de poder
sembrar, implantar profundamente a Jesucristo en la sociedad, y fecundarla en
Cristo.
En las
manos -y a los pies- de la Iglesia queremos y debemos ser levadura, una fuerza
pacífica de renovación cristiana: con la confianza puesta en Dios, queremos
restaurar todas las cosas en Cristo. ¡Trabajo! ¡trabajo! Esta es la enseñanza
de la historia, el ejemplo de los santos, el mandato del vicario de Cristo, la
ley que Dios nos dio. ¡Firmes en la fe, unidos en un solo espíritu, en la
integridad doctrinal de la Iglesia, florezca incesantemente en nosotros la
verdad en la dulce y diligente caridad! Pongamos toda nuestra actividad al
servicio de la religión y de la patria: miremos sólo y siempre el honor de
Dios, el bien de la Iglesia, la salvación del prójimo. Con humildad y fervor
llevemos a todas partes la impronta viva y luminosa de nuestra fe y de la
doctrina de Cristo: ¡Trabajemos! Trabajemos!
¡Adelante,
con Dios y con María! ¡Que cada día sea como el primero: adelante, siempre
adelante en las obras de bien!
Con
renovado vigor y con la fe viva creciente, fe siempre más ardiente y más
grande, trabajemos incansables, en la construcción del reino, en la difusión de
la caridad de Cristo, y en la salvación de las almas. ¡Almas, y almas!