
Siempre y en toda circunstancia su plegaria se
dirige confiadamente a la Santísima Virgen, y así quiere que lo hagan todos los
suyos. Le suplica porque necesita colaboradores; y el Obispo se los da, entre
ellos a Carlos Sterpi, su mano derecha por más de cincuenta años y primer
sucesor. Un "regalo" de la Virgen.
Urgido un día por una pesadísima deuda, re c u
r re a ella; y con filial confianza se atreve a poner en las orejas de la
estatua de la Virgen de la Divina Providencia los aros de su madre. Y el dinero
necesario para cubrir la deuda, llegará puntualmente.
Llevará a sus jóvenes en peregrinación al santuario
que se erige en la cumbre del Monte
Spineto. Subirá la cuesta cargando sobre sus hombros una pesada carga,
en señal de p e n i t e n c i a
LA CASA DE LA DIVINA PROVIDENCIA
En 1904 la administración comunal de Tortona
decide no renovar el contrato de alquiler por el Santa Clara y Don Orione, debe
dejar esa casa luego de diez fructíferos años. ¿Qué hacer, dónde ir?
Repara en una casa propiedad del obispado, que
está en venta. ¿Y qué hace? Pues ni lerdo ni perezoso, toma una pequeña imagen
de la Santísima Virgen y la entierra en el jardín, mientras ora de esta manera:
" Virgen Santa, a ver si me regalas esta casa para mis jóvenes: tú serás
su dueña y Se ñ ora . "
La casa pasa a sus manos y Don Orione la
dedicará a Nuestra Señora de la Divina Providencia. Pe ro... - ¡siempre hay un,
pero! - entre gastos de compra y reparaciones varias, hace falta muchísimo
dinero: 26.000 liras. Don Orione suspira; y hay quien teme - ¿o desea? - un
desastre inminente.
Pero he aquí que dos inesperados bienhechores
le proporcionan la considerable suma. Entonces Don Orione saca de la manga otra
de sus ocurrencias: casi una amable y risueña "venganza" para con los
pájaros de mal agüero que esperaban verle hundirse en las deudas: antes de
efectuar el pago al Obispo, "adorna" la imagen de la Santísima Virgen
con los veintiséis billetes de mil liras. E invita a todos -especialmente a los
que ya sabemos- a ver la "maravilla", mientras él y sus niños dan
gracias estruendosamente a la "Virgen de los billetes de mil”. teme - ¿o desea?
- un desastre inminente.
Como
María
Don
Orione vivió de María -contemplativa y activa por excelencia- la actitud
espiritual fundamental: "Soy la servidora del Señor: se cumpla en mí según
tu palabra" (Lc. 1,38).
Cuando
se concluye una reflexión sobre cosas de la fe, sobre la vida cristiana, es
casi instintivo repensar todo mirando a María, y darse cuenta -si no se ha
caído en algún racionalismo gratuito o en un sentimentalismo superficial- que
"en María ha sucedido así".
En la
experiencia de humildad de hijo, que "hace la voluntad del Padre" y
que por amor sirve a los hermanos también se reconoce la impronta mariana más
profunda de la vida de Don Orione.
María
es la creatura más humilde y la más abandonadamente activa en las manos de la
Divina Providencia. La tácita respuesta al ángel cuando se limitó a decirle
"fiat secundum verbum tuum" manifestaba la experiencia religiosa del
pueblo de Israel vuelta a lo esencial: la obediencia a Dios y el amor al
prójimo. Al "fiat mihi" de María corresponde el "fiat voluntas
tua" de Jesús, y aquél de cada cristiano que, con la oración y la vida se
dirige al "Padre Nuestro".
"¡Fiat!
Es una pequeña palabra, dulce refugio levantado por el buen Dios en medio de
este desierto tan árido y difícil de atravesar que se llama vida. ¡Fiat! Esta
palabra no puede decirse más que a Tí, oh mi Dios, porque sólo a Tí podemos
plenamente confiarnos, dedicarnos, abandonarnos enteramente". (108)
Como
María, Don Orione no ve otra cosa, no quiere otra cosa: ¡servir, amar, hacer la
voluntad de Dios!
"Ya
otras veces les he dicho -hablaba a sus clérigos- que para amar verdaderamente
al Señor, a la Virgen, a las cosas santas, a la Iglesia, es necesario hacerse
casi una fijación... ¿Saben qué significa estar fijo en una cosa? Quiere decir
no ver otra cosa, no amar otra cosa, no querer otra cosa que aquélla...
Nosotros
debemos estar centrados únicamente en aquello que mira al amor y la gloria de
Dios y de la Virgen Santísima y a la salvación de las almas... ¿Cuál era la
actitud de la Virgen hacia Jesús? Ustedes lo saben: ¡no vivía más que para él!
No hablaba sino de Él y para Él, sufría y rogaba con gusto por Él; diría,
pensaba aquello que pensaba Jesús -si le hubiese sido posible- su amor deseaba
tanto estar cercano en sentimientos, pensamientos y afectos a los de Jesús...
vivir al unísono, en todo, con Jesús". (109)
Ésta
es la unificación interior de acción y contemplación en Don Orione
Fuente:
http://www.messaggidonorione.it/