De su simple conversación se traslucía una vida prodigiosa. En su interior ardía un amor que no le daba tregua ni un solo instante, nadie podrá narrar sus silencios, sus sueños, sus horas totalmente intimas, los momentos de soledad pasados en unión con Dios. Este pobre italiano, tosco, rudo, simple, ha sido en Italia una de las manifestaciones más claras y luminosas de lo divino.
De él quisiéramos saber más. …Ya se están publicando algunas de sus cartas que, aunque escritas, con una redacción algo desordenada, improvisada y apurada, reflejo de su alma generosa, contienen sin embargo algunos fragmentos que pueden ayudarnos a comprenderlo.
Tiene expresiones, y hasta páginas enteras, sobre la caridad; en labios de un hombre que ha vivido totalmente para la caridad, adquieren un tono altísimo, una sinceridad incomparable, y lo colocan en el mismo plano que aquellos hombres que él nombra siempre como sus maestros: Don Bosco y Cottolengo.
Don Orione nos escribe sobre el evangelio con amor y con una fuerza ingenua.
Habla de la Iglesia, del Papa, de los obispos, con el vigor de una consagración propio de la literatura piadosa de aquellos años, pero no frecuente en la vida cotidiana. A diferencia de los que disentían de Roma o de los que mostraban su consentimiento con argumentaciones falaces,habló siempre en términos tan claros y categóricos sobre el Papado y sobre los varios Papas que conoció que no sería posible contarlo entre aquellos acérrimos opositores que sostenían que la devoción al Papa cultivada el siglo pasado no era sino una desviación y una distorsión del auténtico sentimiento cristiano. Don Orione vio con claridad y afirmó con toda el alma que en el mundo contemporáneo estar con el Papa era la forma más rápida y eficaz de estar con Cristo.
"Si vinieran tribulaciones y persecuciones, bendigamos al Señor."
"Quizás puede parecer que Cristo esté muerto, pero es un Muerto que siempre, tarde o temprano, resucita."
Su corazón se dilataba cuando hablaba de Italia, en particular, y de su juventud

