Son pocos los que han podido asomarse al fuego
interior que consumía su alma, un fuego recóndito, pero, a la vez, presente
como Dios…
De su simple conversación se traslucía una vida
prodigiosa. En su interior ardía un amor que no le daba tregua ni un solo instante,
nadie podrá narrar sus silencios, sus sueños, sus horas totalmente intimas, los
momentos de soledad pasados en unión con Dios. Este pobre italiano, tosco,
rudo, simple, ha sido en Italia una de las manifestaciones más claras y
luminosas de lo divino.
De él quisiéramos saber más. …Ya se están
publicando algunas de sus cartas que, aunque escritas, con una redacción algo
desordenada, improvisada y apurada, reflejo de su alma generosa, contienen sin
embargo algunos fragmentos que pueden ayudarnos a comprenderlo.
Tiene expresiones, y hasta páginas enteras,
sobre la caridad; en labios de un hombre que ha vivido totalmente para la
caridad, adquieren un tono altísimo, una sinceridad incomparable, y lo colocan
en el mismo plano que aquellos hombres que él nombra siempre como sus maestros:
Don Bosco y Cottolengo.
Don Orione nos escribe sobre el evangelio con amor y con una fuerza ingenua.
Habla de la Iglesia, del Papa, de los obispos, con el vigor de una consagración propio de la literatura piadosa de aquellos años, pero no frecuente en la vida cotidiana. A diferencia de los que disentían de Roma o de los que mostraban su consentimiento con argumentaciones falaces,habló siempre en términos tan claros y categóricos sobre el Papado y sobre los varios Papas que conoció que no sería posible contarlo entre aquellos acérrimos opositores que sostenían que la devoción al Papa cultivada el siglo pasado no era sino una desviación y una distorsión del auténtico sentimiento cristiano. Don Orione vio con claridad y afirmó con toda el alma que en el mundo contemporáneo estar con el Papa era la forma más rápida y eficaz de estar con Cristo.
Sobre el mundo y su historia nunca perdió la esperanza.
"Hermanos, los pueblos están cansados, desilusionados. Sienten que la vida sin Dios es vana, totalmente vacía. ¿Estamos en vísperas de un gran renacimiento cristiano? Cristo tiene piedad de las multitudes. Cristo quiere resucitar. Quiere volver a ocupar su lugar. Cristo avanza. El porvenir es de Cristo. Si por el pedestal se pueden deducir las dimensiones de un monumento,
¿qué representan veinte siglos para aquél que ha tenido al menos sesenta de preparación? Cristo ha resucitado. No, no es un fantasma; es El, el Maestro; es Jesús que camina sobre las aguas fangosas de este mundo tan turbulento y tempestuoso. El porvenir es de Cristo.
En otras palabras, Don Orione nunca ha dudado de que el mundo es todavía joven. Para él el fin del mundo no era algo inminente. No es que excluyera el sufrimiento, sino que lo consideraba el camino que lleva a la felicidad eterna y al cumplimiento terrenal de los mejores destinos humanos.
"Les prevengo que todavía no hemos comenzado a sufrir."
"Si vinieran tribulaciones y persecuciones, bendigamos al Señor."
"Quizás puede parecer que Cristo esté muerto, pero es un Muerto que siempre, tarde o temprano, resucita."
Su corazón se dilataba cuando hablaba de Italia, en particular, y de su juventud
Escribía desde Buenos Aires: "Hermanos míos muy queridos y amados, me parece escuchar las campanas de mi patria lejana que suenan a gloria por las ciudades y pueblos: su himno evoca en mí los más santos recuerdos: ellas cantan la resurrección de Cristo y me hacen llorar de fe, de alegría, de amor a Dios, de amor a ustedes, de amor a nuestra Italia".
Ordenó que en todas las casas de su Congregación hubiera una Biblia, la Suma de Santo Tomás, la Imitación de Cristo y el Dante. A los jóvenes alumnos escribía: "Defiendan con valor el bien y la educación católica recibidos. Difundan el espíritu de bondad: perdonen siempre: amen a todos; sean humildes, trabajadores, francos y leales en todo: el mundo tiene suma necesidad de fe, de virtud, de honestidad".
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