SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

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martes, 28 de noviembre de 2023

MONSEÑOR MAURILIO SILVANI, NOS ABRIO LAS PUERTAS DE LA ARGENTINA



 Fuente Fernando Fornerod FDP Messaggi Di Don Orione ° 163

El presente  estudio  reconstruye  el  intercambio  epistolar  entre  Mons.  Maurilio  Silvani,  secretario  auditor  de  la  Nunciatura  Apostólica  en  Buenos  Aires  y  Luis  Orione  durante  el  primer  viaje  del Fundador a América Latina. La breve descripción de la situación institucional de la Iglesia católica en Argentina en la década de 1920, marcada por desafío de la evangelización de los inmigrantes europeos, la  necesidad  de  ocupar  espacios  públicos  ganados  al  liberalismo,  y  la organización de nuevas jurisdicciones, ayuda a comprender cómo Luis Orione encuentra las condiciones favorables en Argentina, para sembrar el carisma de su Congregación, caracterizado por un profundo amor al Santo Padre y del servicio a las clases más desfavorecidas.

Sacerdotes hacían  falta  en  muchos  lugares  de  la  Provincia  de  Buenos Aires. Los ministros del altar no eran suficientes, entre tantos otros motivos, porque el ritmo con el que los pueblos y colonias eran fundados no era el mismo con el que sus capellanes y pastores podían ser enviados a las nuevas poblaciones.1 En ese sentido, Mons. Francisco Alberti, que era el Obispo de la diócesis de La Plata trabajaba para que el pueblo de su diócesis fuese asistido por la presencia de clérigos.  El pastor también tenía un particular  interés  por  la  fundación de escuelas católicas en su territorio. Sin embargo, la jurisdicción de la diócesis que tenía a su cargo era inmensa. Esta abarcaba lo que hoy son las provincias de Buenos Aires y de La Pampa. Tan vasto territorio no hacía más que poner de manifiesto las inmensas necesidades de asistencia religiosa de los fieles católicos. Había entonces, un gran desequilibrio entre la cantidad de población, el número de sacerdotes y religiosos y la extensión del territorio. Esto podría haber desalentado a cualquiera.  Pero no fue el caso de Mons.  Francisco quien, por el contrario, empeñó todas sus fuerzas en crear nuevas jurisdicciones parroquiales, capellanías y vicarías.2 El afán misionero y evangelizador encontrará al obispo platense y a Luis Orione en plena sintonía. En efecto, fue Mons. Francisco Alberti, quien, invitándolo en 1921 a venir a evangelizar en su diócesis, le pagó el viaje a la Argentina y le expresó que quería ser su benefactor y protector.  La Congregación a partir de esta fecha, se desarrolló a ritmo sostenido, afrontando  grandes desafíos;  en  parte  resueltos,  y  en parte pospuestos a la espera de mejores condiciones para solucionarlos. El Fundador se encontraba en Brasil, visitando a sus religiosos que, desde 1914 misionaban en la diócesis de Mariana, en el estado de Minas Gerais.3 Luis Orione abrigaba en su corazón la esperanza de viajar a la Argentina.  Como intuyendo este deseo, Mons.  Maurilio Silvani, un ex alumno suyo a quien le unía una larga amistad y que, en ese tiempo, se desempeñaba como secretario auditor en la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires, lo invitó a venir Buenos Aires.4

 Con la confianza y el afecto que le tenía, el oficial de la sede diplomática le expresó directamente:

Otra cosa quisiera preguntarle, ¿adivina?  ¿Vendría Ud.  a esta segunda patria de los italianos, que es la Argentina? Aquí, aun prescindiendo del gran favor que le haría  a  uno  de  sus  hijitos,  [la  Argentina] tiene diócesis |2v| cuyos territorios, en medio del abandono  espiritual,  reclaman  la  presencia  de  un  Hijo  de  la  Divina  Providencia. Hay una Capital, donde son miles y miles de italianos y centenares de huérfanos y de enfermos italianos que, como los huérfanos de la guerra y de los terremotos, piden por don Orione.

¡Venga entonces, in nomine Domini! 5 Luis Orione, desde Brasil, le respondió:

En cuanto a venir a la Argentina, ¡oh sí! Que muy gustoso vendría, encontrándome ya aquí en América, y te lo había adelantado ya en mi carta entregada a p. De Marchi.6 Y estaré muy feliz de poder decir a los nuestros y al Santo Padre que precisamente ha sido Mons. Maurilio quien nos abrió las puertas de la Argentina.

La oportunidad se mostró propicia para que el Fundador continuara explicándole las razones de su presencia en América Latina:

Yo no he venido a América en búsqueda de  dinero,  sino  de  las  almas, y especialmente he nacido para los huérfanos, para los rechazados, para el pueblo abandonado, para los pobres de Cristo Jesús es decir para aquellos que Jesús más ama y que son los más queridos por la Iglesia: quiero, con la ayuda de Dios, reconducir el pueblo a la Iglesia.

Ahora, en lugar de las clases sociales altas, en este moderno ordenamiento democrático, es al pueblo que se quiere arrebatar del seno de la Iglesia, y que ya está alejándose.

Nuestras casas son centros de romanidad; vamos con mucha prudencia, con tacto, con gran caridad in Domino – gracias a la ayuda que el Señor nos da, y no por nuestra miseria de pobres pecadores. Pero tú sabes, oh mí querido hijo en Cristo Jesús, que el fin específico de este nuestro mínimo Instituto es, no solo trabajar diligentemente por la santifi­cación de los propios miembros, sino también consagrar todos sus afectos y sus fuerzas a hacer con el pueblo y con los hijos más  necesitados  y  abandonados  del  pueblo,  aquello  que  los  Jesuitas  hacen ya con los ricos: unir el pueblo y la parte más abandonada o más insidiada del pueblo trabajador y los hijos del pueblo más rechazados o huérfanos – unirlos con un vínculo dulcísimo y estrechísimo de fe y de educación y formación católica a la Sede Apostólica, en la cual, según las palabras del Crisólogo “el Bienaventurado Pedro vive, preside y dona la verdad y la única fe a quien la pide”.

7 L.a M. Silvani, 22.09.1921, ADO, Scritti, 48,254 ss.8 Cf. supra 54.