14 NOVIEMBRE
ITINERARIO Y REFLEXIÓN COMO CIERRE DEL AÑO ORIONITA.
1er DÍA
A LA LUZ DEL EVANGELIO
AQUÍ ESTOY. QUE SE CUMPLA... (Lc 1, 30-38).
LA PALABRA DEL PAPA
María está en oración, cuando el arcángel Gabriel viene a traerle el anuncio a Nazaret. Su “he aquí”, pequeño e inmenso, que en ese momento hace saltar de alegría a toda la creación, ha estado precedido en la historia de la salvación de muchos otros “he aquí”, de muchas obediencias confiadas, de muchas disponibilidades a la voluntad de Dios. No hay mejor forma de rezar que ponerse como María en una actitud de apertura, de corazón abierto a Dios: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Es decir, el corazón abierto a la voluntad de Dios. Y Dios siempre responde. ¡Cuántos creyentes viven así su oración! Los que son más humildes de corazón, rezan así: con la humildad esencial, digamos así; con humildad sencilla: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. Una oración sencilla, pero es poner nuestra vida en manos del Señor: que sea Él quien nos guíe. Todos podemos rezar así, casi sin palabras. (Papa Francisco, Audiencia general, miércoles 18 de noviembre de 2020).
LA PALABRA Y LA VIDA DE DON ORIONE
No basta amar, honrar a la Virgen con cantos y alabanzas: debemos honrarla, imitarla en sus virtudes, en sus prerrogativas: así nuestro amor será verdadero y mereceremos su ayuda, su patrocinio, no sólo para nosotros, sino para las almas que se nos confían. Prometamos ser verdaderos devotos de María, esforcémonos por imitar sus virtudes: humildad, pureza, caridad, santidad de vida. Pongamos en María Santísima, nuestra Madre celestial, toda la confianza, la mayor confianza, y dirijámonos continuamente a Ella y descansemos tranquilos en sus manos inmaculadas. Seamos sinceros devotos de la Santísima Virgen, imitando sus virtudes con la ayuda divina, observando cada vez con mayor empeño la ley de su Hijo, Redentor y Dios nuestro, Jesucristo. (DOLM, p. 1999).
Rezamos con Don Orione
Salve, oh Madre amantísima, que ves y oyes incluso desde lejos.
Recibe mi saludo, humilde, reverente, filial; siente el ferviente latido de este corazón
¡que traspasa los mares y llega a tu corazón!
Exulta, oh alma Donna del Cielo, ¡y acepta mi agradecimiento por tus muchas bendiciones y maravillas! Te invoco, te suplico por mí y por todos,
«¡Oh Virgen, oh Señora, oh Toda Santa!
A tus pies pongo mi corazón y toda mi pobre vida:
¡mil veces te bendigo, mil y mil veces te amo!
(DOLM III p. 1739).