1) Santo Padre Francisco
En la cruz, cuando Cristo sufría en su carne el dramático encuentro entre el pecado del mundo y la misericordia divina, pudo ver a sus pies la consoladora presencia de la Madre y del amigo. En ese crucial instante, antes de dar por consumada la obra que el Padre le había encargado, Jesús le dijo a María: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego le dijo al amigo amado: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19,26-27). Estas palabras de Jesús al borde de la muerte no expresan primeramente una preocupación piadosa hacia su madre, sino que son más bien una fórmula de revelación que manifiesta el misterio de una especial misión salvífica. Jesús nos dejaba a su madre como madre nuestra. Sólo después de hacer ésto Jesús pudo sentir que «todo está cumplido» (Jn 19,28). Al pie de la cruz, en la hora suprema de la nueva creación, Cristo nos lleva a María. Él nos lleva a ella, porque no quiere que caminemos sin una madre, y el pueblo lee en esa imagen materna todos los misterios del Evangelio. Al Señor no le agrada que falte en su Iglesia el icono femenino. Ella, que lo engendró con tanta fe, también acompaña «al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (Ap 12,17). La íntima conexión entre María, la Iglesia y cada fiel, en cuanto a que, de diversas maneras, engendran a Cristo, ha sido bellamente expresada por el beato Isaac de Stella: «En las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se entiende en general de la Iglesia, virgen y madre, se entiende en particular de la Virgen María […] También se puede decir que cada alma fiel es esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda […] Cristo permaneció nueve meses en el seno de María; permanecerá en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta la consumación de los siglos; y en el conocimiento y en el amor del alma fiel por los siglos de los siglos»[212].
2) De los escritos de Don Orione [1]
En un artículo del boletín de la Guardia del año 1932, Don Orione recomienda a los moribundos a la bondad de María.
María vio morir a Jesús! Estaba allí, a los pies de la cruz; oyó a la víctima divina perdonar a sus condenados, abrir las puertas del cielo al buen ladrón, entregar su alma en las manos del Padre Celeste; pero sobre todo oyó a Jesús que nos la daba a Ella, y nosotros confiados a Ella en aquella hora extrema… Madre potente, Santa Virgen de la Guardia, despliega tu manto protector sobre los agonizantes, que hoy morirán!
“… Siente un poco a algún otro párroco: por la mañana podré hablar en una parroquia y por la tarde en otra; sería una jornada mariana, porque hablo de la Virgen de la Guardia. Si se puede combinar, me harás saber alguna cosa. Podría hacer alguna también en Borghetto, carísimo Don Juan, se hace noche, me estoy volviendo viejo; si quiero atesorar algo para la eternidad, debo aprovechar el tiempo y hacer rápido”
3) Oración :
En Ti, Dios ha encontrado su complacencia. Tú eres eternamente bendecida del Señor
Ruega por nosotros, María
Tú eres el rayo puro de la gloria del Omnipotente. Nada de impuro te ha contaminado
Ruega por nosotros, María
La gracia de Inmaculada Concepción, resplandece en tu rostro
Ruega por nosotros, María