SABÍAS ?

MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA BARRANQUERAS

SABES LO QUE SIGNIFICA MLO? SIGNIFICA MOVIMIENTO LAICAL ORIONITA

¿ Y SU ORIGEN? :

El MLO tiene su origen en Don Orione el cual durante toda su vida, ha comprometido a los laicos en su espíritu y misión para "sembrar y arar a Cristo en la sociedad".

¿Quiénes integran el movimiento?
Todos aquellos laicos que enraizados en el Evangelio, desean vivir y transmitir el carisma de Don Orione en el mundo...

¿Cuál es el fìn del MLO?

Es favorecer la irradiación espiritual de la Familia orionita, más allá de las fronteras visibles de la Pequeña Obra.
¿Cómo lograr esto?

A través del acompañamiento, animación y formación en el carisma de sus miembros,respetando la historia y las formas de participaciòn de cada uno.

¿Te das cuenta? Si amás a Don Orione, si comulgás con su carisma, si te mueve a querer un mundo mejor, si ves en cada ser humano a Jesús, si ves esa humanidad dolorida y desamparada en tus ambientes, SOS UN LAICO ORIONITA.

¿SABÍAS?
El camino y las estructuras del MLO, se fueron consolidando en las naciones de presencia orionita. Al interno del MLO y con el estímulo de los Superiores Generales , se juzgó maduro y conveniente el reconocimiento canónico del MLO ... así fue solicitado como Asociación Pública de Fieles Laicos, ante la Congregación para la vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCVSA) y fue aprobado el 20 de noviembre de 2012.

Y BARRANQUERAS, SABÉS DONDE QUEDA? en el continente americano, en América del Sur, en ARGENTINA, y es parte de la Provincia del CHACO.

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jueves, 16 de mayo de 2024

ATENDER LAS VOCACIONES SIN DESCUIDAR LA CARIDAD




Querido Don Pensa:

Te agradezco la caridad que tuviste conmigo durante los días que pasé en Venecia … Lo que más me ha consolado es haber encontrado la caridad viva entre vosotros, y lo que más me ha disgustado en los clérigos más pequeños y especialmente en el que llevé conmigo, fue no haber encontrado en ellos suficiente espíritu de Dios y humilde caridad fraterna, mientras lo vi muy vivo en los clérigos mayores, en los cuales, a pesar de estar sobrecargados de trabajo, noté el espíritu de alegría en el trabajo y de sacrificio, ese espíritu bueno, sereno, contento, que es propio de la verdadera caridad. … 

La Caridad “no busca sus intereses, sino los de Jesucristo”, escribía el Apóstol a los corintios; y la Imitación de Cristo, con palabras no menos vivas, dice que quien tiene Caridad “en nada se busca a sí mismo” (Lib. I, cap. XV).

Y Santa Catalina de Siena: “El que arde y está consumado por esta Caridad no se ve a sí mismo”. No ama su propio bienestar ni quiere gozar de sí y en sí, como hace el egoísta, que no se ve más que a sí mismo, su comodidad y su porvenir; quien tiene Caridad, en cambio, desea vivir para los demás y consumarse por los demás en el amor dulcísimo de Jesús Crucificado, y no desea más que hacer a todos felices en Dios. “O qui scintillam haberet verae Charitatis, profecto omnia terrena sentiret plena fore vanitatis!”.   

Pidamos a la Ssma. Virgen que es Madre del celestial y divino Amor, que ponga en nuestra alma una gran llama de amor a Dios, de verdadera Caridad del Señor, que nos una inseparablemente entre nosotros, en la vida y en la muerte, en el divino servicio a la Iglesia y a las almas; que nos una entre nosotros y con todos los demás también cuando se trate de sufrir los defectos de nuestros hermanos y del prójimo, con firme y continuo ejercicio de paciencia.

 Caridad también con nosotros mismos –que no es tolerancia o debilidad frente al mal, o culpable condescendencia en nosotros de lo que no es virtud, sino tal vez indolencia y tibieza en la vida religiosa–; caridad con nosotros mismos en la soportación del disgusto de nuestros propios defectos. 

 Vivimos en un siglo que está lleno de hielo y de muerte en la vida del espíritu; totalmente encerrado en sí mismo, no ve más que placeres, vanidad y pasiones, nada más que la vida de esta tierra. ¿Quién dará vida a esta generación muerta a la vida de Dios, si no el soplo de la caridad de Jesucristo? La faz de la tierra se renueva al calor de la caridad.

Tendremos una gran renovación católica si tenemos una gran caridad. Pero debemos comenzar a ejercitarla hoy entre nosotros, a cultivarla en el seno de nuestros Institutos, que deben ser verdaderos cenáculos de caridad. No se da lo que no se tiene: no daremos a las almas llamas de vida, fuego y luz de Caridad, si antes no estamos encendidos, muy encendidos, nosotros.

La Caridad debe ser nuestro impulso y nuestro ardor, nuestra vida; somos los garibaldinos de la caridad de Jesucristo. Nada me disgusta tanto como emplear esa palabra para algo tan santo, tan puro, tan divino; pero lo hago para expresarme mejor.

No se puede servir a la causa de Dios y de su Iglesia más que con una gran Caridad de vida y de obras. No penetraremos en las conciencias, no convertiremos a la juventud, no atraeremos los pueblos a la Iglesia sin una gran caridad y sin un verdadero sacrificio de nosotros mismos, en la Caridad de Cristo. Hay en la sociedad una corrupción espantosa, una ignorancia de Dios espantosa, un materialismo y un odio espantosos: sólo la Caridad podrá conducir los corazones y los pueblos a Dios y salvarlos.

Pero nada sirve, o poco sirve, si no nos adueñamos de la juventud, de las escuelas y de la prensa. Tenemos que prepararnos con gran amor a Dios y llenarnos el corazón y las venas de la Caridad de Jesucristo, porque de otra manera no haremos nada; en cambio abriremos un surco profundo si tenemos una profunda caridad. ¿Qué hubiera hecho San Pablo sin la Caridad? ¿Qué hubiera hecho San Vicente de Paúl sin la Caridad? ¿Qué hubiera hecho San Francisco Javier, Cottolengo, Don Bosco? Nada. Nada. Nada si la Caridad.

Sin la Caridad no tendríamos ni a los apóstoles, ni a los mártires, ni a los confesores, ni a los santos. Sin la Caridad no tendríamos el sacerdocio, que es misión y al mismo tiempo fruto y flor de divina Caridad. El espíritu de Dios, que es espíritu de celestial Caridad, debe llevarnos a cuidar en los jóvenes las santas vocaciones religiosas y los futuros sacerdotes, porque muchas escuelas, muchas renovaciones en las almas, en los pueblos y en las obras no florecen sino por el sacerdocio y por la vida religiosa. ¿Qué haremos nosotros, que nos estamos volviendo viejos y ya estamos gastados, si no tenemos continuadores?

Pienso en esto día y noche y no lloro tanto por las miserias humanas cuanto por ver la crisis que hay en la Iglesia en materia de vocaciones. San Vicente de Paúl se vendió para rescatar un esclavo y nosotros, ¿seremos indiferentes y fríos en el trabajo por dar a la Iglesia y a las almas buenos sacerdotes que continúen el apostolado de Jesucristo? ¿Por darle hijos santos que continúen las obras comenzadas por nosotros con la ayuda de Dios, y luchadores de la Fe en la caridad al servicio de la Iglesia y de las almas?

Ejerzamos gran parte de la caridad en el cultivo de las vocaciones. Roguemos para que Dios nos mande vocaciones y para que suscite Samueles para el santuario. Las vocaciones se cultivan con la piedad, con la oración, con el buen ejemplo, con los santos sacramentos, con la integridad de vida, con la integridad de vida, con la institución de pías Congregaciones, con la devoción a la Virgen Santísima.

Pero deberéis ir con mucho tacto, con mucha delicadeza, con mucha prudencia, aun en el hablar; ante todo debemos renovar y transformar en la caridad el corazón de nuestros jóvenes, renovarlos y transformarlos en Jesucristo, y debemos arder nosotros de la caridad de Jesús si queremos que después ardan ellos. Todo se reavivará si llevamos ardiendo en las manos y alta, bien alta en el corazón la lámpara de la Caridad de Jesucristo.

Si trabajamos y rezamos así, a nuestro alrededor se levantarán muchas almas para dar un fecundo y maravillosos  esplendor a la Iglesia de Jesucristo.

Yo os suplico, queridos hijos míos, que no faltemos a lo que Dios quiere de mí y de vosotros respecto a la atención de las vocaciones, como también a la de los clérigos y los aspirantes, para nuestra santificación y para la salvación de muchas almas y de muchas multitudes de almas.

El Señor no nos mirará según nuestras miserias y nuestros pecados, sino según la grandeza de su bondad y la multitud de sus misericordias, y escuchará nuestra oración de pobres siervos se tenemos su Caridad y vivimos de ella. Y con su gracia nos guiará por el camino de la paz y de nuestro sacrificio a los pies de la Santa Iglesia de Roma, que es Madre nuestra y Madre de los vivientes; y el Señor bendecirá y santificará nuestros pasos y los pasos de nuestra Congregación, y la llevará con la bendición celestial a extender el reino de Dios; y los mismos confines de la tierra serán nuestra habitación si somos humildes y fieles hijos de la Iglesia de Roma y vivimos de la Caridad sin límites de Jesucristo, buscando sólo a Jesucristo y su reino; ¡las almas, las almas, y las almas!

La Caridad, ese amor grande, dulcísimo y fortísimo a la par, a Dios, a su Iglesia y a las almas, hará vivir y prosperar a la Congregación. Dios estará con ella si en ella está el espíritu de Dios, que es la Caridad.

La Congregación y cada uno de nosotros no debe vivir para sí, sino por la Caridad y por la Iglesia de Roma, que es el Cuerpo místico del Señor y la Madre de las almas y de los santos. No debemos vivir cada uno para sí, sino cada uno para todos los hermanos, en la Caridad del Señor. Nos hemos unido en Cristo para vivir cada uno para todos y no para sí. No vivimos más que por la Caridad y por la Iglesia; sólo así se es verdadero Hijo de la Divina Providencia y Dios vivirá en nosotros si nosotros vivimos en El y de El, por la Caridad y la unión a la Iglesia.

Esta mañana quería escribir a los cuatro nuevos subdiáconos, por los cuales recé en la Misa que celebré a las 6; y ahora escribo mientras ellos estarán recibiendo la ordenación. Pero en vez de dirigirme sólo a ellos he pensado escribir a todos y para todos, aunque mi intención es enviaros la presente en señal de unión espiritual en la Caridad y de gozo por vuestra ordenación, queridos subdiáconos, queridos hermanos nuestros, tanto más que ésta es la ordenación más numerosa de subdiáconos desde que nos unimos en la Congregación, por la Caridad del Señor.

Pero no quiero terminar sin dirigirme a ellos, recomendando a los cuatro subdiáconos que atesoren los dones de Dios. El Señor, queridos hijos míos, sea vuestra esperanza y vuestra confianza: El es nuestro Consolador y la llama inextinguible de nuestra Caridad. Poned en El toda vuestra esperanza y vuestro corazón, por las manos de la Ssma. Virgen, en cuyo mes bendito habéis entrado en el vestíbulo sagrado de la Iglesia. En la Imitación de Cristo (Lib. III, cap. LIX), hay una oración de maravillosa dulzura; digámosla juntos en espíritu y después aprendedla y repetidla, para confortación vuestra durante vuestra vida: “En Ti, Señor Dios mío, pongo toda mi esperanza y el refugio de mi llama y de mi vida; en Ti, Señor Dios mío, pongo todas mis tribulaciones y angustias, porque encuentro enfermo e inestable todo lo que veo fuera de Ti”.

Reconfortaos y sed fuertes en la Caridad. ¡Reconfortaos, hijos míos! “Hay una alegría, dice San Agustín (X, 22), que no se concede a quien vive de tierra, sino a los que aman y sirven al Señor y a la Iglesia con amor desinteresado; y esta alegría eres Tú, Señor Dios nuestro. Aquí está la vida dichosa: en gozar de Ti, en Ti, por Ti”.

Queridos hijos míos, vivamos de la Caridad y en Caridad y viviremos de Dios, por Dios y en Dios eternamente. Os bendigo a todos y a todos os digo: siempre adelante, con gran Caridad, amando a Cristo y a la Iglesia et pro amore Dei.

Vuestro afmo. en Jesucristo

Sac. Luis Orione  

d. D. P.

 extracto de la carta del 2 de mayo de 1920.  Cartas de Don Orione Vol I