Jesús.
Papa. Almas. María. Cuatro palabras que son un todo un programa. Don
Orione las escribía al inicio de sus cartas, documentos y de sus
escritos programáticos fundamentales. Son un resumen de las notas
características de su espiritualidad. Las relaciones que se establecen
entre ellas, hacen que la espiritualidad, centrada en Jesús y María, sea
la única fuerza de la praxis orionita.
A su vez, la relación
Papa-pobres, marca el estilo y horizonte de toda acción y pasión
pastoral. En particular, último binomio, hace que todo cristiano,
discípulo del Señor como María, cifre el seguimiento de su Maestro en la
búsqueda y en el servicio de todo hombre “desamparado” de la
Providencia del Padre. Los “desamparados” son hoy, como dice nuestro
Papa Francisco, los “descartados”. Es decir, todas las personas que
sufren algún tipo de exclusión de comunidad humana; en cualquiera de sus
formas. Hoy ellos forman pueblos enteros. A esa frontera, y más allá
aun, la Iglesia es llamada a vivir el amor como realidad de una nueva
condición: ser casa, comunión, en una palabra: comunidad.
A lo largo
de su vida, Luis Orione buscó y trabajó para asegurar la libertad de la
persona y de la misión del Santo Padre. Evidentemente esta experiencia
influyó en la centralidad que esta figura tiene en el carisma orionita.
No menos, lo hizo también su experiencia de la caridad hacia los pobres:
los sirvió siendo él mismo pobre. Ambas realidades, lo llevaron a
comprender que el Papa, necesita la libertad suficiente para manifestar
el amor de Jesús por cada hombre y por todos los pueblos.
El
Resucitado llama a Pedro a seguirlo, asumiendo también la entrega de la
Cruz, (Jn 21,22). Don Orione también quiere asociarse a este seguimiento
petrino haciéndose un instrumento de la Iglesia. Para que el hombre
“desamparado” y los pueblos que marchan “como ovejas sin pastor”,
sientan que Cristo los ama, en el servicio sin límites de Pedro “dulce
Cristo en la tierra”.
Por ello, para Don Orione, la Iglesia es
depositaria, no de una esperanza utópica y alienante: ella es portadora
de la respuesta que en Cristo ilumina el sentido de la historia. En una
palabra, los pobres, los desamparados, los pueblos descartados,
encontrarán en la Iglesia, de la que Pedro es el primer servidor, la
experiencia de ese amor que libera y salva.
Fidelidad al papa y caridad
Nuevamente
Juan hacia el final de su Evangelio manifiesta en un modo estupendo la
vocación a la que Pedro ha sido llamado por Cristo. Entendemos el
ministerio del Papa como un confirmar y conservar la fe de la Iglesia, y
de entregarla pura e íntegra a las futuras generaciones. Sin embargo,
en la escena evangélica, esto se afirma con un cierto matiz: para Juan
el amor a Cristo expresa la más alta y profunda madurez de la fe en él.
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». (Jn 21,15). Pedro es
llamado a testimoniar un amor especial por la Iglesia: el amor de Jesús
por ella.
La antigua polémica de la exaltación de la autoridad del
Papa, confundida con la defensa de la libertad de la Iglesia, y de una
visión universalista de la sociedad, se resuelve en el modelo de una
Iglesia centrada en la comunión. El Papa para Don Orione, es el primer
testigo de la diaconía de la caridad. Y en él, la Iglesia entera está
llamada a seguir esta experiencia: ella atraviesa todas las realidades
ministeriales del Pueblo de Dios. Marca la dirección, el sentido y la
fuerza con la que deben ser vividas.
Luis Orione para su familia
quiso dos votos para sus religiosos y religiosas: el de fidelidad al
Papa y el de caridad. Ambos expresan el completo espíritu de su carisma,
y manifiestan de modo admirable los aspectos esenciales del misterio de
la Iglesia.
Papa Francisco, al presentarse por primera vez a la
multitud en Plaza San Pedro, lo hizo usando la expresión de Ignacio de
Antioquía: soy el obispo de la Iglesia de Roma; la que preside en la
caridad.
Hoy como ayer, los que formamos parte de esta Familia
Orionita, sentimos renovada nuestra vocación y misión: amar a todos,
para ser Iglesia, con un amor verdadero y grande: el de Jesús. ○
P. Fernando Fornerod Revista Don Orione N 57, marzo 2013