(Don Orione,
18 de mayo de 1919)
Fragmento de
una carta-proclama escrita por Don Orione, y publicada en el periódico “La Val
Staffora”, el 18 de mayo de 1919, en la que se dirigía a los trabajadores de
los arrozales, especialmente de las regiones que bordean el río Po, en el norte
de Italia. El periódico, editado en Tortona, llegaba a muchas de esas aldeas,
concientizando y ayudando a las arroceras a organizarse en defensa de sus
legítimos derechos También
estaba destinada a todo aquel que quisiese escuchar su pensamiento, verdadera
llamada a una condición social más igualitaria.
Se abre un
horizonte nuevo; a la luz de la civilización cristiana, que, apuesta siempre al
progreso, nace una nueva conciencia social, como flor del Evangelio.
Trabajadores
y trabajadoras de los arrozales, en nombre de Cristo, que nació pobre, vivió
pobre, murió pobre y entre pobres, que trabajó como ustedes y que amó a los pobres
y a los trabajadores, en nombre de Cristo, ha llegado la hora de su
reivindicación.
El trabajo
debe ser limitado y adecuado a sus fuerzas y sexo. El salario debe tener
relación con su esfuerzo y con sus necesidades; las condiciones de trabajo
deben ser menos penosas, más humanas, más cristianas. Es un derecho, ¡Su
derecho!
Nosotros,
como católicos y como ciudadanos, emprenderemos éste año la batalla por las
ocho horas en los arrozales.
No se dejen explotar
por los capataces, no se dejen intimidar por las amenazas de los patrones, no
se presten a ciertas maniobras que siempre terminan perjudicando al trabajador.
Y si no hay más remedio, tomen medidas de fuerza; dentro de la legalidad,
claro, pero háganlo. Únanse contra los rompehuelgas y no se dejen engañar por
un horario que supere las ocho horas en los arrozales.
Únanse y sean
solidarios. Si todos los pueblos de la diócesis que proporcionan trabajadores a
los arrozales se unen en una red organizada y firme, sólida y cristiana, los
llevaremos a una victoria segura.
Por sus
reivindicaciones, por la justicia intrínseca de su santa causa, no nos
quedaremos quietos. No, no dejaremos en paz, ni de noche ni de día, a los
explotadores de la gente pobre, que va a sacrificarse en los inundados pantanos
de los arrozales y en la malaria, que se ve obligada a alejarse de la familia
para ganarse el pan.
¡Hermanos!
¡Con la bendición de Dios y de la Iglesia, trabajaremos por ustedes, y
triunfaremos con ustedes!
Todos
encontrarán trabajo, todos tendrán un salario justo, y asistencia moral y
religiosa; descanso en los días de fiesta; control de sus derechos laborales
(salarios, horarios, asistencia médica), alojamiento digno. Los defenderemos en
todo lo que sea justo: haremos realidad sus legítimas aspiraciones y utilizando
las leyes pertinentes vigilaremos, acompañaremos, animaremos.
“¡La unión
hace la fuerza!” Tenemos que romper toda cadena que quita la libertad de hijos
de Dios; tenemos que abolir toda esclavitud: debe cesar toda servidumbre, y
para siempre.
En nombre de
Cristo debe suprimirse la explotación del hombre por el hombre. La fuerza
divina de éste nombre y su conducta honrada de trabajadores cristianos, les
ayudará a conquistar cada uno de sus derechos, así como los llevará a cumplir
sus deberes.
¡Proletariado
de los arrozales, de pie! Abran los ojos y vean la aurora brillante que ya se
insinúa: ¡es para ti, es tu día!
¡Adelante
proletariado, adelante, llevando contigo la fuerza moral de tu fe y de tu
trabajo, una era se abre: el mundo se renueva!
El Señor es tu
Dios, está contigo: camina en la luz de Dios y nadie podrá jamás detener tu
marcha triunfal.
Por tu
interés, por tu dignidad, por tu alma. ¡Proletariado de los arrozales! ¡De pie
y adelante!
ADA
NEGRI Lodi, 1870 - Milán, 1945) Poetisa
italiana. De pobrísima familia (su padre, Giuseppe, era bracero y su madre,
Vittoria Cornalba, tejedora), pasó los primeros años de la infancia en una
portería con la abuela, y habiendo conseguido el título de maestra marchó a
enseñar a una escuela elemental de Motta Visconti, cerca de Pavía.
Considerada por muchos como la primera
escritora italiana proveniente de la clase obrera, había escrito que en los
arrozales muere la poesía. Una de las tantas marcas de una sociedad inhumana
donde la tierra, lejos de pertenecer y dar vida a quienes la trabajan, está
enajenada, en manos de poderosos que la explotan y consumen de la misma manera
que a sus trabajadores. Porque nada puede detener al afán de acumulación y
enriquecimiento, nada, ni siquiera la muerte.
En la Italia
de la primera posguerra, gran cantidad de hombres, y especialmente mujeres,
eran llevados a trabajar a los arrozales. Lo hacían en condiciones tan
degradantes que, junto a las palabras poéticas, centenares de mujeres por año
dejaban de existir en aquellos campos rebosantes de arroz.
Semejante
explotación y destrucción, no pasó por alto en la vida de Luis Orione. Durante
los primeros meses de 1919 se acercó a las víctimas de aquella sufriente
realidad. Buscó darles ánimo y fortaleza, aunque no dejó de generar conciencia
y denunciar el terrible atropello a un derecho humano tan fundamental como
ganarse el pan dignamente.
Fue así que,
con coraje y claridad de ideas, Don Orione escribió esa carta a modo de
proclama, dirigida a los trabajadores de los arrozales.
Imaginando por un instante a Luis Orione
viviendo hoy en nuestro país, seguro tendría palabras semejantes para las
actuales víctimas de la explotación del sistema: las comunidades de pueblos
originarios que deben trabajar en las tierras que les han sido arrebatadas; los
que sufren las terribles consecuencias del uso de agro tóxicos; los empleados
sometidos a condiciones laborales injustas por empresas transnacionales… y la
lista podría continuar.
Si como dice
la poetisa, en los arrozales muere la poesía, en las palabras de Don Orione,
nace una vez más la esperanza, capaz de ponerse de pie ante las adversidades:
“¡Trabajadores y trabajadoras de los arrozales, llegó la hora de su
reivindicación!”
Tal vez, no
faltará quien se sorprenda al leer de puño y letra de Don Orione, palabras como
proletariado, reivindicación, medidas de fuerza y varias, que suenan menos
poéticas que tantas otras de sus expresiones. Sin embargo, éstas manifiestan su
compromiso espiritual y social, el que lo llevó a rescatar niños de entre los
escombros de los terremotos de Messina y La Mársica. El mismo espíritu con que
abrió las puertas del Cottolengo para dar lugar a los considerados deshechos de
la sociedad, aquellos en quienes veía brillar el rostro de Jesús.
