3er DÍA
Texto del Evangelio:
Custodiaba. (Lc 2, 46-51).
La Palabra del Papa
María se nos presenta como la que guarda en su corazón todo lo que se refería a su hijo, en actitud de profunda meditación, iluminada por la oración, para descubrir en ello las huellas ocultas del cumplimiento de la promesa de Dios.
y no fue fácil: ¡cuántas dificultades tuvieron
que superar! No era una familia artificial, no era una familia irreal. La
familia de Nazaret nos compromete a redescubrir la vocación y la misión de la
familia, de cada familia. Y, como sucedió en esos treinta años en Nazaret, así
puede suceder también para nosotros: convertir en algo normal el amor y no el
odio, convertir en algo común la ayuda mutua, no la indiferencia o la
enemistad. No es una casualidad, entonces, que «Nazaret» signifique «Aquella
que custodia», como María, que —dice el Evangelio— «conservaba todas estas
cosas en su corazón» (cf. Lc 2, 19.51). Desde entonces, cada
vez que hay una familia que custodia este misterio, incluso en la periferia del
mundo, se realiza el misterio del Hijo de Dios, el misterio de Jesús que viene
a salvarnos, que viene para salvar al mundo. Y esta es la gran misión de la
familia: dejar sitio a Jesús que viene, acoger a Jesús en la familia, en la
persona de los hijos, del marido, de la esposa, de los abuelos... Jesús está
allí. (Papa Francisco)
La Palabra y la Vida de Don Orione
Nuestra Congregación quiere ser y es todo sobre María...
¿Por qué? Porque Ella es la «Theotokos», la «Deìpara», la «Mater Dei», la inmaculada «Madre de Dios».
He aquí, pues, nuestra tarea: asociar a María con Jesucristo en todo acto religioso, y confesar su divinidad...
Repetimos, con las aclamaciones del Concilio de Éfeso, nuestra fe en la divinidad de Cristo y en la maternidad divina de María...
Al
grito de «Maria Mater Dei» profesamos nuestra fe; profesamos, en Cristo, la
unión de la divinidad con la humanidad y, en el hombre, la elevación de la
humanidad asumida por la divinidad; en María, pues, profesamos la más alta
dignidad a que puede ser elevada una criatura, y la más alta prerrogativa, la
más poderosa: la Maternidad Divina... (con Don Orione hacia María pg.188/189)
Rezamos con Don Orione
Dios te salve, Santa Madre de Dios,
Madre de la Divina Providencia y Madre nuestra, a ti, benigna y misericordiosa, omnipotente sobre el corazón de tu Hijo Jesús, confiadamente nos dirigimos.
Ven, oh Madre, ven y cuida de nosotros.
He aquí, toma la llave de nuestros corazones: ven a gobernar y custodiar, ven a defender nuestra casa,
la Iglesia y el mundo entero.
Danos, oh María, un alma grande y magnánima, paciente en la prueba, fuerte en la esperanza ardiente en el amor a Dios y a nuestros hermanos.
Santa Madre, acuérdate de nosotros ante los ojos de Dios, cuida los pasos de nuestra vida hasta el santo Paraíso, cerca de Ti, María, siempre con Jesús, siempre contigo, Santa Madre del Señor.