NUESTRA SEÑORA DE LA FOGLIATA
VIRGEN DE LAS GRACIAS.
NUESTRA SEÑORA DE LA FOGLIATA Y ALGO MÁS
Pero aún hay más. Una fría noche de invierno, mientras
participaba de una tertulia en la calidez del establo de su tía Josefina, las
piadosas mujeres se ponen a comentar con tristeza lo que ha pasado con el
antiguo santuario mariano de la Fogliata, en las cercanías del pueblo; que está
en ruinas y que no quedan más que piedras abandonadas entre los viñedos. Luis
se sobresalta en su corazón, sube a la terraza de la casa, se arrodilla mirando
en dirección del derruido santuario y suspira: "Virgen Santa de la Fogliata, concédeme la gracia de llegar al
sacerdocio, y yo prometo reconstruir tu santuario".
Permanece un rato en oración, luego se va a la cama,
pero casi no logra dormir. Y al día siguiente, bien temprano, sale a buscar las
ruinas del santuario: quita la nieve que cubre las piedras, se arrodilla, y
repite la oración de la noche anterior: - Virgen Santa, si me concedes la
gracia, prometo reconstruir tu santuario. Pasaron los años y Don Orione cumplió
su promesa: hoy la Virgen de la Fogliata tiene su casa en aquel mismo lugar. -
A la Santísima Virgen hemos de aprender a ganarla por el lado del corazón dirá Don
Orione años después a sus muchachos-; así lo conseguiremos todo del Corazón de
Jesús, su Hijo.
Y esa misma
será su experiencia cuando, un día, mamá Carolina le dice a Victorio: - Este
chico se nos va a enfermar si no lo dejamos ir con los franciscanos. Nosotros
tendremos que trabajar más, pero démosle el gusto: es evidente que sufre por ello.
- Lo dejo a tu criterio -dice papá Victorio -. Pero quede bien en claro que, si
va, no hay que pensar en posibles ventajas para nosotros; porque quizás él nos
necesite, no nosotros a él.
Sólo falta que alguien se ocupe de que Luis sea
admitido en el convento. Mamá Carolina lleva a Luis a visitar al P. Milanese,
que de Pontecurone había sido trasladado a un pueblo vecino. Mientras van de camino,
pasan junto al santuario abandonado de la Virgen de las Gracias. Está
clausurado, pero los dos se arrodillan devotamente fuera de la puerta, la besan
y oran. Y también aquí, el niño repite la promesa, hecha en la Fogliata, de
restaurar la casa de oración abandonada si se le concede la gracia de llegar al
sacerdocio. Y apenas posible, cumplirá también esta promesa, con gran alegría
de la buena gente del lugar