“Don Orione fundó una espiritualidad misionera basada en dos amores: Dios y los pobres". Su carisma en pocas palabras. Si quieres llegar a la tierra de Dios, debes ir a la tierra de los pobres”
Don Orione no dudaría en colocarse al lado de Papa Francisco, que ha quedado casi solo en su lucha contra la falsa y pasiva política en favor de los inmigrantes. Gritaría contra la globalización de la indiferencia. También lloraría contra una parte de la Iglesia pasiva y cerrada que olvida su razón de ser: la misión de los más necesitados. Y, por último, gritaría en contra de aquellos de sus discípulos que se han acomodado y ocupados en servicios que, de misionero, tienen bien poco”. con el fin de estar en el camino del Fundador “a la cabeza de los tiempos”- sea necesario implementar una efectiva “fidelidad al Evangelio, al Fundador, a la oración, a la vida comunitaria y fraterna, a la pobreza evangélica, al Pueblo de Dios, a la internacionalidad". Estos fueron los aspectos más destacados de su conferencia a través de los cuales ha construido un cuadro claro de cómo ser verdaderos discípulos misioneros., son palabras del padre Teresino Serra, misionero y ex superior general de la congregación de los Combonianos, fundada por San Daniele Comboni en el VI Encuentro Internacional Misionero Orionino que se desarrolla en Montebello (Italia)
En Don Orione, para decirlo con el “Documento de Puebla” siempre se dió “Una Opcion Preferencial por los Pobres”. Se siente identificado con los obreros, los campesinos, los más marginados; ellos son los “tesoros de la Iglesia”, los “preferidos de Cristo”
Su acción se desplegó entre el pueblo pobre y no sólo lo motiva la situación de miseria moral y material que éste vivía sino también su profundo convencimiento de que los pobres son los nuevos protagonistas de la historia, son los que harán el mundo que viene, y lo harán con Cristo o sin Cristo, de allí su grito angustioso: “¿Qué hicimos por el pueblo?, y su consigna: “Es necesario ir al pueblo, sacrificarse, matarse, pero hacerlo cristiano...”
“... ¡Hagámonos apóstoles! El mundo necesita apóstoles. Cuántos se hubieran salvado de haber encontrado un apóstol con el pecho pletórico de la caridad de Dios y de ¡os hombres. ¡Hagámonos apóstoles!. ¡Trabajemos y oremos!... Los buenos podrían trabajar más. Ninguno debe encerrarse en su casa, ninguno debe conformarse con mirar desde la ventana, con la nariz apoyada en los vidrios, al que se precipita de cabeza en la ruina: eso sería crueldad, egoísmo. ¡Dios está con nosotros! Si la casa se Incendia ¿nos quedaremos mirando? El trabajo es la gran ley constitutiva del género humano: ¡Laboremus! ¡Laboremus! Trabajamos para salvar a todos. ¡Hagámonos apóstoles!” (“La Va¡ Staffora”, de Cegni, 15.51.1919).13