AUTONOMÍA DE LA INICIATIVA Y LIBERTAD DE ACCIÓN
Para la enorme empresa de rescate y asistencia llevada
a cabo después del terremoto de Calabro-Sicilio, Don Orione no podía contar
inmediatamente con recursos institucionales previamente asegurados, ni civiles
ni eclesiásticos. No es que haya actuado porque lo había hecho. Actuó porque
tenía corazón, comenzó con humildad, concretamente. A continuación, se movió la
solidaridad de otros que ponen a disposición muchos recursos personales,
económicos y organizativos.
En primer lugar, su pequeña y temblorosa congregación
todavía estaba en su infancia("un recinto ferial",lo llamó), un gran
número de congregaciones religiosas y eclesiásticos (entre ellos, recordamos el
Catanoso, el canónigo De Lorenzo, Padre Aníbal de Francia), asociaciones e
instituciones laicas y eclesiásticas, obtuvo ayuda sustancial de innumerables
benefactores "en nombre de la santa caridad". También el obispo de
Cassano Ionio, Pietro La Fontaine puso a disposición parte del
episcopio para dar la bienvenida a los huérfanos.
La autonomía de la iniciativa, que tiene su condición
en la autonomía de la financiación, sigue siendo un factor esencial de
esperanza y progreso social. Fue en la época de Don Orione y lo es hoy. Luego
vino la ayuda pública, dutiful y justicia, pero la esperanza fue encendida
primero por la caridad que da su propia, en términos de recursos personales,
intelectuales, espirituales, relacionales, operativos e incluso económicos.
Don Orione llegó a Reggio y luego Mesina en la
condición de Pedro frente al lisiado que le pidió ayuda: "Se volvió hacia
ellos, esperando recibir algo. Pero Pedro le dijo: "¡No tengo plata ni
oro, sino lo que tengo, os lo doy: en el nombre de Jesucristo, el Nazareno,
camina!" Y, tomándolo de la mano derecha, lo levantó y saltó a sus
pies, caminó y entró en el templo con ellos, saltando y alabado a Dios. Toda la
gente lo vio caminando... y de su asombro vino..." (Hechos 3, 1-11).
Hoy la Iglesia ha vuelto a
esta condición de Pedro y Don Orione. Desde finales del siglo XVII, con la
nacionalización del patrimonio eclesiástico, la supresión de las órdenes
religiosas, la nacionalización de los hospitales, la Iglesia perdió en Francia
y más tarde en Europa las herramientas que durante siglos le habían servido
para hacer caridad. Desde 1700, y hoy con nuevas formas, la base normal de su
economía ya no son los subsidios puestos a disposición de los pobres por el
Estado y gestionados por la Iglesia, sino que son las ofrendas de los
cristianos dadas a la Iglesia para que pueda utilizarlos en favor de los
necesitados. [5]
Hoy en día, el protagonismo del Estado en el campo del
bienestar y el bienestar ha crecido, y debemos estar satisfechos por esto porque
es una expresión de justicia social. La Iglesia gana en libertad, aunque sea
con dificultades para encontrar recursos. Gestionar los servicios en nombre del
Estado -esto es lo que hacen hoy muchas obras católicas en Italia- tratar al
menos de poner "calidad humana y religiosa" en él es una tarea cada
vez más difícil porque la asistencia estatal está fuertemente ideizada
culturalmente (según objetivos, valores y personas a menudo dominantes) y
económicamente (ayuda económica subordinada a los objetivos dominantes).
Por lo tanto, la iniciativa personal y la búsqueda de
una solidaridad cada vez mayor (incluida la del Estado) es la primera lección
dada por Don Orione en su acción en el rescate de las víctimas del terremoto.
[5] Cf. Giuseppe Butturini, Breve Historia de la
Caridad. La Iglesia y los pobres. Gregoriana, Editrice, Padua, 1989.